viernes, 31 de diciembre de 2010

Año Nuevo

Hoy es el día. Se acaba el año, ¿la década? (nunca he tenido muy claro si las décadas acaban o empiezan en 0), y todos nos ponemos a reflexionar sobre lo que ha sido y lo que será, y como si esperásemos que una conjunción mágica de elementos fuera a producirse exactamente a las doce de la noche, nos preparamos para el momento: oro dentro de la copa, prendas interiores de color rojo, uvas, lentejas, barrer frenéticamente la casa antes de las campanadas…

Hoy, según hacía mi camino al trabajo (¿qué mejor que despedir el año currando?) venía pensando en todas estas cosas. Éste no ha sido el mejor año de mi vida, igual tampoco ha sido el peor… Hoy sentía una extraña pesadez en el corazón, incluso he dejado correr alguna que otra lágrima. Pero dándole vueltas a ello (lo sé, lo sé… mi cabecita no puede parar nunca) me he dado cuenta de que al fin y al cabo hoy sólo es otro día más, con su amanecer y su anochecer.

Hoy no voy a esperar que se produzca ningún milagro, hoy no voy a ‘calzarme’ unas braguitas rojas esperando que resuelvan todos mis males, hoy no voy a dejar mi anillo dentro de mi copa de cava para brindar nada más terminen de sonar las campanadas, porque hoy he comprendido que esa especial magia que creemos que rodea la venida del año nuevo se produce, en realidad, cada día. Cada vez que despertamos por la mañana se nos concede el hermoso regalo de un día nuevo lleno de oportunidades. Cada noche al acostarnos es el momento de hacer balance. Creo, que al final, ese modo de ver las cosas es lo que va a traerme un nuevo año mejor.

Por eso, hoy quiero desearos no un feliz año nuevo, sino 365 nuevos días hermosos y repletos de oportunidades.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Navidad...

No sé qué es lo que tienen estas fechas que parece que a todos nos da por hacer balance, pues bien, ahí va el mío.
Hace ya más de un año que empecé con esta aventura del Blog, y he tenido mis momentos buenos y otros que no lo han sido tanto. Pero aquí sigo al pie del cañón, ¿o debería decir del teclado?, ilustrando vuestros ratillos de asueto con algún que otro relato más o menos entretenido.
Quiero daros las gracias por dedicarme unos minutillos de vez en cuando, por dejarme vuestros comentarios y por haber hecho que en este año y pico mi blog haya superado las 3000 visitas.
Aunque la inspiración no siempre me acompaña, trato de verter unas letras en el blog de forma regular, y seguir con mis proyectos, mis cuentos y novelas a medio terminar… ¡Qué difícil se hace esto a veces! Pero cuando veo que aún hay gente que me lee y que me envía ánimos para que siga adelante con mis sueños… Ufff qué os voy a decir… Parafraseando a un famoso personaje público diré “Me llena de orgullo y satisfacción” (Huy! ¡Qué propio me ha quedado para estas fechas! jejejejeje)
De momento, y como no puedo dedicarme a escribir a tiempo completo (Si hay algún patrocinador, mecenas o similar entre el público, es el momento de que se levante……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….. ¿no?...... ¿nadie?......bueeeenoooo……..) tendré que seguir sacando tiempo de debajo de las piedras para poder escribir un poquito de vez en cuando.
Estaré encantada de encontraros ahí, al otro lado de la pantalla.
¡FELIZ NAVIDAD!

domingo, 28 de noviembre de 2010

Al terminar el verano, el padre de Luar, regresó de su último viaje y quería pasar con su hijo todo el tiempo que le fuera posible. Luar, aunque también echaba mucho de menos a Banyu, le explicó que veía poco a su padre, que éste acababa de volver de un larguísimo viaje, y le pidió que esperase unos días a que él hubiera descansado para presentárselo como ya había hecho con el resto de la familia.

Después del tercer día Banyu ya no aguantaba más. Su manada estaba algo lejos de la casa de Luar, pero él conocía bien el camino y desoyendo de nuevo los consejos de su madre, se aventuró solo por el bosque para llegar a la casa de su amigo. Sin embargo, en algún lugar del camino se despistó y no llegó al claro donde se suponía que debía estar la casa de Luar, si no a un lugar muy diferente. Había varias casetas bajas y algunos hombres que canturreaban, echaban humo por la boca y olían de un modo muy extraño, a la luz de unos faroles en la entrada de una de las casuchas.

Banyu caminó despacio acercándose a aquel lugar, pensaba que la casa del niño no debía andar lejos. No quería que aquellos hombres le vieran, así que trató de mantenerse donde las sombras de los árboles le mantuvieran oculto. Pero oyó el sonido familiar de un violín que salía de una de las casas que tenía la luz encendida y se acercó confiado, pero a través de la ventana no pudo ver a Luar, sólo una máquina desconocida para él, un tocadiscos, de donde salían las notas del violín. Se sintió confundido y trató de alejarse de allí, comprendiendo que no estaba cerca de la casa del niño y su familia, pero al darse la vuelta vio que cerca había otros elefantes adultos, atados por una cadena que les sujetaba las patas y que se veían tristes y cansados. Uno de ellos, que estaba alejado de los demás, despertó de sobresalto y comenzó a barritar alertando a los hombres de la presencia del intruso. Éstos, en cuanto vieron al pequeño elefante trataron de rodearlo y no tardaron mucho en apresarlo. Banyu quedó atado, al igual que los demás, por una cadena, a una estaca en el suelo, y aunque trataba de liberarse sus esfuerzos eran inútiles. Pronto cayó rendido y llorando. No dejaba de pensar en su madre y por qué la habría desobedecido. Él sólo quería encontrar a su amigo pero no se imaginaba que todo saldría mal... ahora no sabía si volvería a ver a su mamá. Si lo que su abuela Uma le había contado era verdad y si nada lo remediaba, pasaría el resto de su vida trabajando para esos hombres... Lamentando su imprudencia, se quedó dormido...

A la mañana siguiente, Luar fue a buscar a Banyu, le llamó, tocó el violín esperando que apareciera pero nada… Al principio pensó que su amigo se había enfadado por haberle dejado solo tantos días, esa idea le entristeció. Buscó y buscó llamando a Banyu sin cesar pero no obtuvo respuesta.

Mientras, los elefantes cautivos empezaban a sentirse muy nerviosos, los hombres que los retenían pronto se dieron cuenta de que algo pasaba y antes de poder siquiera reaccionar la tierra empezó a moverse. ¡Era un terremoto! Los hombres soltaron a los elefantes para poder montarlos y huir hacia una zona más segura, y lo mismo hicieron con el pequeño Banyu pensando que éste seguiría al resto de los elefantes adultos, pero, en el momento en que Banyu se vio libre, corrió y corrió lejos de los hombres. Quería encontrar a su madre y a su mejor amigo Luar.

La tierra se movía cada vez más y el pequeño Luar cometió el error de refugiarse en una cueva al abrigo de los árboles. Los grandes troncos no tardaron en ceder al temblor de la tierra y cayeron y tapando la entrada del lugar donde él se había refugiado. Luar estaba atrapado.

Al cabo de un rato, el terremoto cesó, y aunque había sido bastante fuerte, por fortuna sólo había durado unos minutos. Banyu llamaba a su madre con insistencia haciendo sonar su trompita y ella, oyéndole fue a su encuentro. Banyu se sintió tan bien al verla aparecer... pidió perdón por haber desobedecido y su madre, contenta por haber encontrado a su pequeño finalmente sano y salvo le perdonó y le hizo mil mimos y caricias. Banyu estaba preocupado por sus amigos humanos así que juntos fueron a la casa de Luar para ver si todos estaban bien. Pero al llegar, Alania muy preocupada, le dijo que el niño había salido a buscarle y que no había regresado.

El padre de Luar había ido a su encuentro y ahora estaba en la jungla llamando desesperadamente al niño perdido. Al momento Banyu y Anjali se unieron a la búsqueda junto con el resto del clan. Incluso Uma, la vieja elefanta, les acompañaba afligida porque le hubiera podido pasar algo malo al niño humano que había conquistado el corazón de su nieto. Ella comprendía, por fin, que no todos los hombres eran iguales y que algunos de ellos también podían ser buenos y respetuosos con su libertad.

Los elefantes llamaron a Luar sin obtener respuesta. De pronto Banyu oyó algo, un sonido lejano pero muy conocido para él. A lo lejos, y muy bajito, se oían las notas de un violín. Banyu siguió ese rastro musical y llegó a la entrada de la cueva donde se había quedado atrapado Luar. Entre todas las elefantas consiguieron retirar los troncos que taponaban la entrada. Una vez el camino al interior de la cueva quedó despejado, el pequeño Banyu corrió al interior al encuentro de su amigo. Cuando Luar le vio, sollozando, se abrazó a su amigo elefante.

Uma corrió para ir a buscar al padre de Luar, quien seguía gritando su nombre en la espesura del bosque. Al ver a la vieja Uma el hombre se puso a la defensiva. A pesar de que su esposa y sus hijos le habían hablado de sus amigos, él, que aún no los conocía, se sentía asustado y recelaba de esos animales salvajes. Uma le habló con calma tranquilizándole, le contó que habían encontrado a Luar y que estaba sano y salvo con la manada. El padre de Luar aliviado, lloró sobre una de las enormes patas delanteras la elefanta. La vieja Uma, enternecida, le ofreció subir sobre ella. Juntos atravesaron veloces el bosque y llegaron a la entrada de la cueva. Cuando salió, Luar corrió a los brazos de su padre quien, feliz, lo llevó a hombros hasta casa.

La manada acompaño a Luar y a su padre hasta su hogar, donde Éola y Alania les recibieron entre lágrimas de alegría. Todos juntos bailaron e hicieron sonar los violines en una alegre tonada. Luar enseñó a su elefante a coger el arco del violín con la trompa y deslizarlo suavemente sobre las cuerdas del instrumento mientras él lo sujetaba. Tocaron juntos para celebrar su reencuentro, cumpliendo así uno de los sueños, quizá el más importante, del joven elefante Banyu: el elefante que quería tocar el violín.

Los padres de Luar estaban tan agradecidos que consiguieron que se hiciera una reserva para elefantes cerca de donde ellos vivían para evitar que las talas de los árboles acabasen con su magnífico bosque y que ellos fueran capturados. Querían que sus amigos pudieran vivir por siempre en libertad.

Luar y Banyu siguieron siendo siempre amigos, y tocaron juntos muchas veces más. Banyu se convirtió en el primer elefante que sabía tocar el violín.

jueves, 25 de noviembre de 2010

A la mañana siguiente, Banyu pidió permiso para alejarse unos metros y volver a una de las pequeñas lagunas, su madre le advirtió severamente sobre alejarse demasiado y sobre hablar con extraños, especialmente con los humanos, pero le dejó marchar. A Anjali le disgustaba que el elefantito se alejase de su lado, pero sabía que debía permitirle explorar un poco por su cuenta. Aun así, ella y las otras elefantas vigilaban cuidadosamente su territorio.

Mientras Anjali y las demás se aseaban y alimentaban, Banyu buscaba a su amigo humano. Procurando no hacer demasiado ruido le llamó, y al momento Luar apareció con su violín. Banyu estaba entusiasmado y le pidió enseguida a Luar que tocase para él. Luar tomó su violín y tocó una hermosa canción infantil. Banyu le miraba extasiado, estaba tan absorto con las notas que emitía aquél objeto de madera que no se dio cuenta de que su madre, Anjali, le buscaba. Ella se acercó despacio al lugar de donde provenía la música, Allí avistó a su pequeño y al niño humano que le acompañaba. Su intención era la de soltarle una reprimenda por haber desobedecido, pero, en cambio, también quedó hipnotizada por las notas del violín que tocaba con maestría Luar. Se quedó escuchando junto a Banyu, hasta que el niño reparó en ella y, asustado por la presencia de aquel majestuoso y enorme animal dejó de tocar y bajó de un salto de la roca sobre la que estaba sentado, dispuesto a huir. Banyu le llamó, pero Luar ya no podía oírle.

Banyu estaba enfadado con su madre

No quería asustarle, a mí también me gusta su música – dijo ella
Pues has conseguido que saliera corriendo – dijo Banyu enfurruñado
Bueno, jovencito, no quería recordarte que me has desobedecido a propósito… quizá debería pensarme un castigo para ti…
Pero mamá, ya has visto que Luar no es peligroso…
Desde luego no lo parece, sólo es un niño, y además es distinto de los otros niños de los poblados cercanos…
¿Me dejarás ser su amigo? Bueno, si es que vuelve por aquí...
Está bien, pero quiero que seas cuidadoso
Lo seré, mamá…. Gracias… y le diré que no tiene que asustarse de ti

Banyu sonrió. Le explicaría a Luar que su madre no debía asustarle y que a ella también le había gustado oírle tocar.

Banyu y Luar volvieron a encontrarse durante los días siguientes y se hicieron muy amigos. Poco a poco, Banyu le fue presentando al resto de los miembros de su clan. A todos excepto a la vieja Uma, que aún se mostraba reacia a acercarse a los humanos, por muy buenos que éstos pudieran parecer. Los elefantes se reunían al mediodía para oírle tocar y Luar estaba encantado con su público.

Los padres de Luar eran extranjeros, pero él había nacido en Indonesia y sentía que pertenecía a aquel lugar. Su padre era un ingeniero holandés, y viajaba a Ámsterdam con frecuencia. Su madre, Alania, era irlandesa y había sido una famosa concertista de violín años atrás, pero dejó de tocar en recitales al poco de casarse. Allí, en la Isla, se dedicaba a cuidar de sus hijos y a enseñarles música, a él y a su hermana pequeña Éola, de tres años. Luar había heredado las cualidades de su madre para la música y disfrutaba siendo escuchado por aquellos que amaban el sonido del violín tanto como él.

Luar quiso que su hermana también conociera a sus nuevos amigos, pero su madre no quería que ella le acompañase, era demasiado pequeña, decía, podía perderse o hacerse daño… Así que Luar le propuso a Banyu que un día se acercase un poco más hasta su casa para poder presentarle a su familia. Banyu aceptó, aunque aquello no le iba a gustar nada a Anjali… Para su sorpresa, ella propuso acompañarles.

Eran casi las cuatro de la tarde. Alania estaba sentada en el porche se su casa, rodeada por un gran jardín en el que no había árboles. Hacía mucho calor y la madre de Luar había preparado una enorme jarra de té helado. La pequeña Éola estaba dormida en la hamaca que colgaba entre dos de los postes del porche. De pronto, en el lindero de la jungla apareció Luar llamando a su madre, pero no estaba solo, le acompañaba un animal de gran tamaño. Alania se puso las gafas para poder verlos mejor y su expresión era una mezcla de sorpresa y ansiedad al ver que su hijo caminaba junto a un pequeño elefante. Alania corrió a su encuentro.

Luar, ¿qué estás haciendo con este elefante?
Es mi amigo, mamá
Pero, cariño, no puedes traerlo a casa… su madre le estará buscando - decía Alania algo incrédula y preocupada
No mamá, su madre también ha venido…

Luar le hizo una seña a Anjali para que se acercase. La buena de Alania casi se cae de espaldas al ver a la gran elefanta, pero su hijo pronto le explicó qué hacían allí. Alania se acercó despacio a los elefantes, aún desconfiada, y acarició con suavidad la cabezota de Banyu. Luar hizo las presentaciones, y Alania pronto entendió que el miedo era algo que existía por ambas partes, y que si bien ella había temido a aquellas criaturas, ellas también habían estado asustadas de las personas… y no les faltaban motivos, pensó con tristeza…

Alania y Anjali hablaron largo y tendido. Anjali le contaba cómo ella y su manada siempre habían temido a los hombres porque los hacían prisioneros y además estaban acabando con sus hermosos bosques. Alania entendía muy bien a la elefanta y compartía su tristeza. Ella nunca hubiera querido someter a un animal libre contra su voluntad y había educado a sus hijos en el mismo respeto por la vida salvaje con la que tenían que saber convivir. Las dos madres se entendieron muy bien y empezaron a hacerse amigas.

Durante el resto de la tarde ambas familias jugaron alegres, Alania y Luar tocaron sus violines para los elefantes que se movían torpemente al ritmo de la música. Éola palmoteaba feliz y también hizo sus pinitos con el instrumento. Banyu la tomó con su trompa, poniendo toda la delicadeza de la que era capaz, y la subió sobre su cabeza. La niña daba gritos de júbilo. Todos pasaron unos momentos estupendos que en los meses siguientes repitieron en varias ocasiones. Banyu siempre quería tocar el violín, pero Luar no le dejaba porque era un instrumento demasiado delicado. “Sólo un poquito” rogaba el elefante, pero el niño se mantenía firme, y aunque al principio Banyu hacía que se enfadaba enseguida volvía a poner buena cara y se sentía afortunado de poder disfrutar de la música, aunque sólo fuera escuchándola.

martes, 23 de noviembre de 2010

Durante los días siguientes la melodía volvió a inundar el aire del bosque, Banyu estaba encantado con la música que acompañaba sus quehaceres, pero sentía una tremenda curiosidad por saber de dónde provenía.

Un día, el pequeño elefante chapoteaba oculto entre el ramaje. Una vocecilla le sorprendió:

¿Qué haces?

El pequeño elefantito se asustó, su madre siempre le prevenía para que no se separase de ella, pero a él le gustaba jugar al escondite con las elefantas y gozar de unos momentos de intimidad al abrigo de las ramas de los árboles. Al principio se quedó muy quieto y no contestó.

No te asustes, no voy a hacerte daño – volvió a hablar la voz – sólo he venido hasta aquí para estar un rato a solas y tranquilo y te he visto jugar en el agua… parece divertido

El pequeño elefante se asomó un poco a un claro y vio a un niño de unos ocho años, delgado y castaño, con la piel clara y los ojos color avellana. Su madre siempre le prevenía contra los hombres, pero aquel era sólo un niño, además era muy diferente a los que había visto otras veces, cuando, con su manada, pasaban cerca de algún poblado. El niño estaba sentado en una roca muy alta y sus piernecillas colgaban del borde y se balanceaban graciosamente. Tenía algo en las manos, pero el elefante no lo veía bien.

Me llamo Luar – dijo el niño - ¿Y tú?
Soy Banyu, pero mi mamá me dice siempre que no debo hablar con extraños
Bueno, yo ya te he dicho mi nombre y tú a mí el tuyo, así que ya no somos extraños…
No, supongo que tienes razón – contestó Banyu sin mucho convencimiento – estaba jugando a salpicar agua y a remover la charca con mis patas… También buscaba estar solo un rato igual que tú… ¿Qué es eso que tienes en las manos?
¿Esto? – preguntó Luar mostrando el objeto de madera que portaba

El niño tomó en una de sus manos un pequeño objeto de madera, algo extraño y delicado con una forma que el elefante no había visto en su vida, y con la otra un palo largo y fino. Luar se colocó el objeto más grande bajo la cabeza, sujetando el extremo más ancho con su barbilla, mientras que con la otra mano deslizaba el fino y largo palo sobre aquel. Cual fue la sorpresa de Banyu cuando el sonido que aquel desconocido instrumento producía era el que él había escuchado tantas veces con tanto placer.

¡Oh!, ¡Oh! – Decía el elefante – Dime, ¿Qué es eso? – apremió
Es un violín, sirve para hacer música
Me gusta tanto su sonido… me hace sentir bien

Banyu estaba entusiasmado, movía sus patas con impaciencia y levantaba la trompa. Luar reía, pero de pronto se oyó una voz de mujer que le llamaba y Luar se apresuró a despedirse de su nuevo amigo

Es mi madre, tengo que marcharme
Espera, no te lleves ese sonido tan hermoso
Me buscan para almorzar, no puedo alejarme mucho de casa y si no acudo a su llamada, mamá se enfadará…
Huy, sí… ya sé lo que eso significa… - Banyu parecía triste
No te preocupes, amigo, mañana volveré a buscarte y te enseñaré más canciones que puedo tocar con mi violín.

Banyu se despidió de Luar sintiéndose de nuevo feliz, ahora sabía de dónde provenía el sonido que le había hechizado y, además, conocía al niño que lo podía reproducir cuando quisiese. Estaba impaciente por contárselo a su madre.

Sin embargo, su madre no se mostró tan contenta, no le gustaba que se acercase a los humanos, tenía mucho miedo de que pudieran capturarlo. La abuela Uma le contó a su pequeño nieto cómo algunos de sus familiares habían sido apresados y habían tenido que trabajar duramente transportando la madera, cómo los hombres utilizaban a los elefantes para hacer los trabajos más pesados y cómo, incluso, algunos de ellos eran conducidos a participar en guerras en las que no tenían nada que ver y estaban destinados a morir defendiendo a los humanos. Le contó historias terribles de cómo algunas personas maltrataban a los elefantes, los ataban a una estaca poniendo cadenas en sus patas y los atizaban con palos o látigos para doblegar su voluntad.

El pequeño Banyu se quedó pensando en todo lo que su abuela le había contado, pero no podía imaginar cómo alguien tan pequeño y encantador como su nuevo amigo podría querer hacerle daño. Además estaba seguro de que alguien capaz de hacer sonar aquellas maravillosas melodías no podría ser malvado. Por la noche le costó dormir, la excitación por volver a ver a Luar le quitaba el sueño, pero también el miedo que sentía por las historias sobre los hombres que le había contado su abuela. Miró a las estrellas que poblaban el cielo y cerró los ojos. En su imaginación volvió a escuchar el sonido del violín.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un cuento

a lo largo de esta semana os voy a ir colgando fragmentos del cuento que le he escrito al mediano de mis hijos, quien es un fanático de los elefantes y al que encanta tocar el violín. Dedicado a él os dejo el principio de "Banyu, el elefante que quería tocar el violín"

Hace muchos años, en el lejano país de Indonesia, vivía en la selva una manada de elefantes. Eran libres y vivían en paz, lejos de los hombres, libres de trabajar para ellos.

La manada estaba liderada por la matriarca Uma, una vieja elefanta muy sabia y amorosa, que había traído al mundo a la mayoría de las hembras que componían su grupo y a otros tantos elefantes que, de jóvenes se habían separado de éste para buscar otras elefantas con las que tener sus crías. El elefante más joven de la manada se llamaba Banyu, que en nuestro idioma significa agua, porque sus ojos tenían el color de los mares del país, y sólo hacía seis meses que había nacido. Era el cuarto nieto de Uma, nacido de Anjali, y era el miembro más protegido del clan, además de la única cría del grupo.

Por su pequeño tamaño, el bebé elefante era fácil presa para sus depredadores, como los tigres, y por ello, todas las elefantas del grupo lo protegían con celo. Cuidaban de que no se despistara de la manada y le procuraban los brotes de plantas más tiernos para que pronto se hiciera un elefante fuerte y grande. Siempre acompañado de su madre y sus tías, a Banyu le encantaba nadar y también remojarse en pequeñas lagunas donde el agua apenas le cubría sus patitas.

Los hombres se acercaban cada día más al lugar donde vivía la manada de Uma. Llegaban con sus máquinas y derribaban los árboles, dejándoles cada vez menos espacio a los elefantes. Si se quedaban allí, donde siempre habían vivido, pronto no había bosque donde refugiarse y los hombres les capturarían para obligarles a trabajar transportando la madera de los árboles que talaban.

Así, una mañana, cuando Banyu ya era lo suficientemente mayor como para aguantar el viaje, las elefantas caminaron durante horas buscando nuevos lugares tranquilos donde los pastos fueran más verdes y las aguas más claras, lejos de los taladores. Finalmente, llegaron a una zona del bosque donde nunca antes habían estado y les pareció hermosa. Había árboles muy grandes y verdes, y charcas de agua fresca por todos lados. Decidieron asentarse allí durante una temporada.

Mientras las elefantas descansaban del largo caminar y se refrescaban, Anjali aseaba a su pequeño, remojándole con su trompa y chapoteando con él en el agua. De pronto, de entre las sombras del espeso bosque comenzó a salir una fina melodía. El sonido era suave y agudo, las notas de aquel instrumento cautivaron al jovencito Banyu, quien pronto se sintió hipnotizado por tan bello sonido. Preguntó a su madre si sabía qué lo producía, pero ella no supo contestarle. Tampoco sus tías, o su abuela pudieron darle una respuesta.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Un paso atrás

Hay quien dice que no se debe dar un paso atrás , ni para coger impulso, pero yo no estoy de acuerdo. Tantas son las ocasiones en las que simplemente detener la marcha y mirar alrededor no es suficiente... A veces hace falta andar hacia atrás, revisar el camino andado y ver si no sería mejor desviar un poco la senda.

Será que el tiempo invita a la reflexión, el otoño siempre me hace pensar, tomar las cosas con más calma, retroceder un poco y trazar de nuevo mis metas y mis caminos para llegar hasta ellas.

Durante los últimos meses había dejado caídos mis pinceles, había desatendido un par de proyectos muy importantes para mí, y ahora que he desandado unos cuantos pasos he visto, he recordado lo valiosos que eran, lo valiosos que siguen siendo.

Avanzar mucho no siempre es lo más importante, a mí, a veces, replegarme me hace ser mejor persona.

martes, 26 de octubre de 2010

Más sobre la felicidad...

Al hilo del relato que escribía el otro día, y un poco en contestación al comentario de Nacho, os dejo un artículo de la sección de salud del diario El Mundo que se publicó el pasado día 20 bajo el título “¿felices desde la cuna?”
Ahí queda eso, es un buen camino de reflexión…

“¿Es usted feliz? Quizás lo lleve en los genes. Los seres humanos, a lo largo de la Historia, han indagado en las claves de la felicidad. Sin embargo, hace muy poco que esta búsqueda ha dado el salto al mundo científico, en un intento por encontrar herramientas para detectar, cuantificar y analizar la felicidad y su repercusión en el mundo que nos rodea.
Eso sí, de momento "no hay un termómetro para la felicidad", explica Sonja Lyubomirsky, doctora en Psicología y profesora de la Universidad de California. A algunos, la propia naturaleza les ayuda. "Las circunstancias que rodean la vida de cada uno no influyen tanto en la felicidad personal como los genes -hay gente que nace más feliz que otros- o cómo uno se toma las circunstancias que le rodean".
El gran reto para la sociedad
Es decir, que aunque uno no cuente con la mejor herencia genética del mundo en términos de felicidad, no está todo perdido. De hecho, como apunta el divulgador científico y escritor Eduardo Punset, el gran reto que nos queda por delante como sociedad es poner la 'semilla' de la felicidad en las personas. "Hemos descubierto nuestra capacidad para incidir en el cerebro de los demás y, por experimentos concretos, hemos descubierto que hay una ventana crítica entre los tres y los ocho años para hacerlo; así que si queremos adultos altruistas, solidarios, menores niveles de violencia en la sociedad, hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños en estas edades".
Pero el trabajo no queda ahí. Lyubomirsky, una de las principales expertas en el tema y participante junto a Punset en el I Congreso de la Felicidad patrocinado por Coca-Cola que estos días se celebra en Madrid, afirma que su investigación demuestra que se puede aprender a ser feliz, pero es un trabajo duro. "Es como perder peso o mantenerse en forma. Si tu 'punto de ajuste de la felicidad' es bajo hay que esforzarse, cambiar los hábitos y practicar toda la vida".
Por lo pronto, asumir que no se es feliz -o al menos no tanto como quisiera- es un buen punto de partida. "Es el primer punto de inflexión para cambiar", afirma Gustavo Zerbino, un luchador nato. Él, junto con otros 15 compañeros, logró sobrevivir durante más de 70 días en la cordillera de los Andes tras un accidente aéreo en 1972.
No hay imposibles
"Yo les ofrezco a la gente la esperanza, la ilusión y la posibilidad de creer que hay una manera distinta de hacer las cosas. Si quieres tener resultados distintos hay que hacer las cosas distintas", explica con determinación. "No hay imposibles". Aquella experiencia, que muchos consideraron un milagro, le enseñó una lección esencial ante los problemas: "Lo primero es preguntarme qué quiero, y luego, el cómo llegar a ello". La clave, insiste Zerbino, está en pasar a la acción, en vez de "paralizarse en el análisis y ser uno más que padece la vida en vez de disfrutarla".
Ni siquiera la tan manida crisis le arredra: "Cuántos países tuvieron crisis reales, no como esta. Ustedes están nadando en la abundancia. No nos quejemos más, tomemos acción".
Si tampoco eso les consuela, está probado, cuenta Punset, que el dinero -una vez que se supera un nivel de subsistencia mínimo, claro está- es uno de los factores menos relevantes de la felicidad. ¿Qué es lo que de verdad importa? "La relación personal, tener el sentimiento de que controlas algo de tu vida, la sensación de que te estas sumergiendo en un proyecto que te interesa, todo ello son factores que tienen una correlación directa con la felicidad".
Disfrutar del camino
Punset recomienda no tener miedo, disfrutar de las cosas simples y exprimir el camino: "Tenemos que aprender a aprovechar las cosas que encontramos en el camino cuando buscamos un determinado objetivo. La gente se obceca con el objetivo y, cuando este llega -el gran amor consumado, el coche...- al poco tiempo se ha pasado todo".
Ahora bien, no siempre es fácil lograr el equilibrio deseado. El propio Zerbino, sobrecargado de compromisos, admite que él mismo tendrá que ponerse firme para redistribuir 'felizmente' su tiempo: "Voy a dejar de ir afuera para centrarme más en mi casa. La verdadera calidad empieza por casa y la tengo que practicar conmigo y con los seres queridos. Me he hecho esclavo del exterior y voy a tener que corregir algunas cosas que me están distorsionando el equilibrio para ser feliz".
Ya ven, hasta a los expertos les cuesta a veces ser plenamente felices; la diferencia es, quizás, que ellos se empeñan en lograrlo. Todo es cuestión de asumirlo y ponerse manos a la obra.”

miércoles, 13 de octubre de 2010

Erase una vez una sonrisa

Érase una vez una niña triste, una niña que no sabía sonreír desde el corazón. Porque sí sonreía con los labios, con la cara y a veces hasta con los ojos, pero nunca había sentido la felicidad en lo más profundo de su ser.

La niña que no tenía amigos, que no sabía adaptarse a las nuevas situaciones y que nunca se divertía, creció y se convirtió en una mujer triste.

Durante todo ese tiempo buscó la felicidad pero sólo encontraba las ganas de llorar. Eso le producía una inquietante desazón, estaba segura de que cometía algún error, de que no estaba haciendo bien las cosas y no dejaba de culparse por ello. Y las ganas de llorar fueron en aumento. Fue al médico y le dijo que tenía depresión, le recetó muchas pastillas que le ayudarían a abrir los ojos y a ver mejor el camino hacia lo que tanto ansiaba, pero después de mucho tiempo seguía sin sonreír.

Un día, la niña, la mujer, por fin entendió lo que le sucedía. Se dio cuenta de que nunca encontraría la felicidad porque, aunque la tuviera delante no sabría reconocerla. Ella no la había perdido, simplemente nunca había llegado a conocerla. De pronto, se sintió tranquila, la desazón desapareció y la calma oscura ocupó todo su espacio. Entonces, sólo entonces, halló la respuesta.

La felicidad no es un momento alegre, ni siquiera la suma de ellos, es algo con lo que se nace y hace que incluso en las circunstancias más adversas uno sea capaz de seguir adelante para vivir un día feliz más.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga de cerebro

Hoy quería aprovechar que parece un día tranquilo para escribir un poco, redactar unas cuantas líneas de mi novela... y cual ha sido mi sorpresa cuando he descubierto que aunque yo esté trabajando mi cerebro ha decidido ejercitar su derecho a la huelga. Ni una idea, ni una sola aportación lúcida… no se me ocurre nada interesante, ni para el blog, ni para la novela… ¡NADA! Intento comunicar con mis neuronas y sólo recibo señal de “apagado o fuera de cobertura”… Creo que me mantengo en pie, camino, como, respiro y hablo porque se están respetando correctamente los servicios mínimos… espero que los piquetes no hagan de las suyas y me quede inconsciente, por ejemplo, mientras conduzco… sería algo de consecuencias catastróficas para toda yo…

jueves, 23 de septiembre de 2010

Amigos sobre ruedas....

Erase una vez una chica y un chico, una estupenda pareja… a él le encantaba montar en bicicleta y ella se animó a acompañarle… Así empieza la historia de Víctor y Camino en el Camino de Santiago.

Estos amigos decidieron este año hacer el Camino en bici, para ello, Camino, que estaba más verde en estas lides ha tenido que entrenar duro durante unos meses antes de lanzarse a la aventura. Empezaron su periplo hace ya varios días y ahora están a más de la mitad de su recorrido.

Los que han hecho peregrinaje cuentan que es una experiencia única, que es difícil de explicar lo que allí se vive… Pues Víctor y Camino lo están haciendo de una forma original. Cada día ambos cuentan, por separado, lo que les ha parecido la jornada, cómo han pasado las subidas y bajadas, los esfuerzos, los momentos de desánimo y cómo a veces sacan fuerzas de donde parece no haberlas.

Os recomiendo que le echéis un vistazo a este Blog, porque además de ser un libro de vivencias contiene muchos datos de interés para los ‘caminantes’, escrito por y para peregrinos.

La dirección es www.pedaleandos.blogspot.com

Camino, Víctor, adelante, os queremos mucho.
¡VA POR VOSOTROS!

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Felicidades, Dama Negra

No podía dejarlo pasar. Una escritora en ciernes como yo, que además escribe novela de misterio, como yo, no podía olvidar el 120 aniversario del Nacimiento de Agatha Christie…

Vale, lo admito… me habéis pillado… si no fuera por San Google, probablemente no me habría enterado…pero ya que estamos….
Ahora está muy de moda la novela negra. Como decía hace un par de semanas, gracias a Larsson hemos descubierto otros escritores excelentes… algunos de solera como Mankell, otros más noveles, y, a pesar de que nos hayan saturado el mercado, hay que reconocer que son grandes del género (me encantan las novelas del detective Kurt Wallander).

Las grandes obras de misterio te mantienen en vilo desde la primera página hasta la última. La maestría necesaria para conseguir algo así me admira. Construir una obra a base de retales dispares y que al final, cuando te alejas, cuando pones distancia, darte cuenta de que lo que tienes delante es en realidad una magnífica colcha de ‘patchwork‘ con cada una de las piezas ocupando el lugar que le corresponde en el conjunto no es, ni mucho menos, una tarea sencilla.

Hay críticos que desprestigian la novela negra, relegándola al puesto de un subgénero, un poco, pero sólo un poco, por encima de la novela rosa (otro día haré mi alegato a favor de las novelas de amor, tal vez en el aniversario de Danielle Steel, el próximo 14 de Agosto...;-)

Ahora es como si sólo las novelas ‘sesudas’ de contenido psicológico-filosófico-existencial merecieran el alto reconocimiento de los expertos, pero me gustaría romper una lanza a favor de estos otros modos de escribir novela. No hay que olvidar que la buena literatura no está sólo en el QUÉ, también y casi más importante es el CÓMO.

martes, 7 de septiembre de 2010

La semana que viene será mejor, seguro.

¡Jo! Qué difícil me resulta algunas veces ponerme a escribir. Mientras que hay días que parece que las palabras me salen solas, otros es como si tuviera que rascarme el estómago por dentro para poder vomitar cuatro o cinco frases con las que luego, la mayoría de las veces no me siento nada satisfecha…
Estoy ahí, dale que te dale a la novela en la que estoy trabajando, y aunque tengo claro lo que quiero contar no soy capaz de encontrar la palabra justa… a este paso voy a acabar comiéndome hasta las uñas de porcelana (¡y mira que están duras!) Quiero avanzar porque se me agolpan las ideas en la cabeza (otra vez) pero cuando me siento delante de lo último que escribí hace unos días ¡Puff! se evapora el espíritu emprendedor. Después de una hora de escribe-borra y 2.754 'Buffs' y 34.987 'puajs' y unos pocos más ‘abandono ya’ acabo levantándome de la silla sin nada nuevo… espero que sea una racha…
Pues lo mismo me pasa con estos post… (ya se nota ¿no?)
Mientras, me entretengo con la apasionante aventura de la vuelta al Cole de mis enanos… igual es que pienso que si miro mucho el forro del libro de Cono me va a venir la inspiración de pronto…
Bueno, mis disculpas, queridos lectores (jejejeje) espero estar un poco más lúcida la semana que viene.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Relato para un día gris

La nieve caía despacio, los copos que flotaban en el aire, parecían grandes bolas de algodón. El contraste con el cielo oscuro hacía el paisaje aún más bello.

Eran las dos de la mañana y Sarah no podía dormir, estaba acurrucada en el butacón, envuelta en una gruesa manta de lana, frente a la tele, sumergida en sus propios pensamientos. Vivía sola, estaba sola, le gustaba tener la radio o la televisión encendida a todas horas sólo para oír las voces y sentirse acompañada, porque odiaba la soledad. Durante el día compartía su trabajo con muchas personas, reía, hablaba… pero al volver a casa, al abrir la puerta, sentía un viento helado que hacía que todo se volviera gris… en casa siempre tenía frío.

Mario era el compañero de Sarah, hacía ya cinco años que vivían juntos, pero desde hacía al menos dos Sarah había dejado de sentirle a su lado. Vivían en la misma casa, dormían en la misma cama, se sentaban juntos a cenar en la misma mesa, pero Sarah vivía sola… ella veía lo que se suponía que era su hogar como un desierto de arena helada, seca.

Por las noches, en la cama, Sarah miraba a Mario mientras dormía esperando que él se diera la vuelta y la viera allí despierta a su lado y la sonrisa de él consiguiera teñir de naranja y amarillo el aire entre ellos…sentir el calor, pero eso no pasaba nunca.

Mario estaba de viaje esa noche, en realidad, hacía seis días que estaba fuera y ella no era capaz de meterse en la cama sin él. Así que se hacía un ovillo en su sillón, rodeada por su manta de lana huyendo del frío y tratando de que las horas pasasen deprisa… empezaba a quedarse dormida.

Alguien llamó a la puerta, con los nudillos, Sarah se sobresaltó, vivía en una casa apartada de una urbanización muy tranquila y rodeada de una amplia parcela sembrada de pinos. No podía imaginar quién sería a esas horas. Se asustó, se encogió, hasta que alguien se asomó a la ventana. Era un hombre joven, moreno, delgado y con un chaquetón grueso y una bufanda que le cubría sólo un poco la parte inferior de la barbilla. Sarah se levantó y fue a abrir la puerta, no desconfiaba de él, no dudó en dejarle pasar.

Él le explicó que no podía dormir y que había salido a pasear bajo la nieve, que la conocía, que se había fijado en ella muchas veces cuando se cruzaban por las noches en el camino de entrada a la zona donde vivía. Esa noche había visto luz en la casa y se había decidido a visitarla. Sarah sonrió, ella también le había visto varias veces, de hecho había deseado acercarse a él, pero nunca se había decido.

Le hizo pasar, se sentaron en el suelo del salón sobre la manta de lana y hablaron durante mucho tiempo, bebieron vino y Sarah notaba como el calor empezaba a tomar su cuerpo. El color rojo inundaba su casa, le miró a los ojos, le tomó la mano y le hizo subir con ella las escaleras hasta el dormitorio, juntos se tumbaron en la cama y Sarah le hizo el amor hasta que, desnuda, se durmió a su lado sabiendo que ya nunca más sentiría la soledad.

El lunes volvió Mario, encontró a Sarah en la cama, su cuerpo desnudo, su piel blanca contrastaba con la sangre espesa sobre la que reposaba, en las muñecas varios cortes y en la mesilla colocado junto a una copa de vino, un blister vacío de Valium.

lunes, 23 de agosto de 2010

Verde de envidia

De vuelta de mis vacaciones, me enfrento de nuevo al papel en blanco. Una vez más me propongo escribir un post que resulte interesante y ameno sin meterme en camisas de once varas (que para eso ya están los grandes tertulianos de los programas de opinión) Barajo varias posibilidades que se me han ocurrido durante estos días, pero creo que hoy, a modo de reencuentro con las letras voy a escribir sobre libros.
En estos días he tenido que pasar algunos ratos de aeropuerto, donde siempre aprovecho para mirar novedades en los libros, los últimos “best sellers” o alguna que otra ganga de bolsillo. Y me he dado cuenta de que me costaba muchísimo encontrar algo que reamente me llamase la atención. En ocasiones así, solía recurrir a las revistas de moda (no hay nada como pasar un rato leyendo la “Cosmo” jejejeje….) pero es que tampoco me atraían… Al final salía con la sensación de que todo era más de lo mismo… Veamos:
Libros de vampiros, que están bien, pero al final hay tantos que se hace aburrido. Y si no quieres vampiros, a algún autor genial se le ha ocurrido que, para se original había que olvidarse de los chupasangres y Hombres Lobo, y que lo verdaderamente Inn eran los ángeles ¡Toma ya! Igual. En el fondo subyace la misma historia, Chica que se enamora de ser legendario y surgen complicaciones ¿y cómo no van a surgir? O te pone la cama perdida de plasma, o te va dejando plumas sueltas por todo el salón… Nada, que no me tiraba seguir leyendo sobre amoríos con inmortales…
Llegamos a la sección de asesinos suecos en serie, ¿o eran escritores suecos en serie?... Imitadores de Menkel que parecen haber descubierto la pólvora…
¡Anda!¡Mira!… aquí hay uno que parece diferente… Al menos no está escrito por un sueco, si no por un Norteamericano (al menos eso es lo único que he podido encontrar con la ayuda de San Google) me leo la contraportada por encima y a falta de nada mejor, me compro el libro: “Sé lo que estás pensando” de John Verdon.
La verdad es que no está mal, es entretenido, está bien escrito… y punto. No es original, no sorprende… ¿pero quien lo hace últimamente? Me da la triste impresión de que todo está ya inventado...
Todo esto me ha hecho reflexionar mucho sobre el arte de escribir. Me cuesta muchísimo encontrar un libro atractivo (porque sé que hay obras excelentes, pero, de verdad, no me entran por los ojos) que sea original y bueno. He repasado el argumento de mis dos últimas novelas en curso y… PUAJJJJJ!!!! No es que esté siendo demasiado crítica, es que no sé ni por dónde cogerlas… ¡Qué desánimo!No son originales, ni mucho menos, es más de lo mismo, y no se me quita de la cabeza la imagen del "futurible" lector, arrugando el morro ante mi obra como lo he hecho yo delante de tantas este verano...
Al menos Verdon ha conseguido que su obra (es su primera novela) haya saltado directamente a la fama como un superventas… lo cual, me parece estupendo… y a la vez me deja un claro regusto amargo en la boca… Este tipo ha ocupado mi lugar en la historia… ;-)

lunes, 19 de julio de 2010

¿Quién ha dicho que las vacaciones son para descansar?

Ha llegado el esperado momento, once meses pensando en las ansiadas vacaciones de verano. Unos días que, año tras año idealizamos, pero no nos dejemos engañar una vez más. ¿Quién ha dicho que las vacaciones son para descansar?. Sí, no vamos a la oficina, algunos, incluso madrugamos un poco menos, pero de ahí, a que sean días de descanso…
Se acerca el momento de irnos a la playa/montaña o similar… piensa en lo que vas a meter en la maleta, lava, plancha, haz listas, prepara… ¡Cielos, la cámara de vídeo! Ponte a cargar las baterías de todos los aparatos que te vas a llevar y que seguro luego no utilizas…
Y esto es sólo el comienzo, viaje de 7000 horas en coche con atascazo, calor y niños al borde de evolucionar hacia un bicho aún más salvaje, como si de Pokemon se tratara… por no hablar del consabido “mamá, me hago pis”. Una vez en el destino, deshaz maletas para cuatro días, limpia, cocina, compra… total, que cuando te quieres dar cuenta ¡ya tienes que estar empaquetando otra vez!
Los niños se transforman estos días, se convierten en máquinas de ensuciar y engullir y una no da abasto para cocinar hamburguesas y patatas fritas (mira por donde, has cambiado tu trabajo de oficina, fresquito y con aire acondicionado para convertirte en una sucursal del Mc Donalds 24 horas….) Gritan como si se hubieran vuelto sordos de repente o como si, peor aún, nos hubiéramos vuelto sordos los demás… Pero se lo pasan tan bien….
Todo sea por verles disfrutar, reír, pasarlo bien… ellos lo necesitan, y, por qué negarlo, nosotros también. En fin, que pese a todo y en el fondo (y yo creo que esto es lo que nos hace realmente esperar la vacaciones con tanto entusiasmo) las vacaciones en familia son algo de lo que no podemos prescindir… lo pasamos bien ¿verdad?.

lunes, 12 de julio de 2010

¿De qué color es nuestro corazón?

Rojo, ¡sin duda!, rojos por dentro y rojos por fuera y de oro, porque somos CAMPEONES DEL MUNDO.
Habrá muy pocos, y me consta que algunos hay, que no vibrasen, que no se emocionasen ayer cuando el capitán Iker levantaba el trofeo. Un momento histórico, sí señor, pero lo que a mi me ha emocionado y mucho estos días era ver cómo todos, de un signo o de otro, nos sentíamos orgullosos de ser españoles. ¿Alguien había visto tantas banderas de España en la calle como en estos últimos días? Todos unidos por una misma ilusión. Si la Copa del Mundo tiene un valor histórico no lo tiene menos ese espíritu ganador que nos ha hecho olvidar nuestras miserias, nuestros malos momentos, la crisis y el paro. Aunque haya sido por unos momentos, ¡Qué momentos!
Nuestros chicos de la Selección nos han enseñado algo importante, una lección que debemos hacer nuestra cada uno de nosotros: el primer paso para convertirse en campeón es sentirse campeón. Vamos a creérnoslo un poquito más.
Venga, saca también el campeón que hay en ti.
OEEEE OE OE OEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

viernes, 2 de julio de 2010

Zzzzzzzzzzz........

¡AY! Sí, lo sé, estoy un poco perra últimamente. Estaba mirando el blog y veo que hace muchos días, demasiados, que no subo ningún post. Será que el verano me tiene un poco aplatanada. A puntito he estado de colgar el cartel de “Cerrado por vacaciones” pero igual no es el momento todavía.
Tal vez el calor, tal vez el hecho de que los niños estén de vacaciones… la verdad es que estoy un poco desconectada estas últimas semanas y mi capacidad para escribir también se ve mermada. Apenas conecto en FB, casi no juego con el ordenador, llevo dos semanas sin escribir una línea de mi novela… y aunque no estoy al borde del mar, la desidia puede conmigo (a los de mi generación no les será difícil hacer la conexión, a los jovencitos como Ramón igual les cuesta un poco más).
No voy a preocuparme demasiado, al fin y al cabo, el verano, la piscina, invitan a “abandonarse” un poco, a dejar de estar siempre con el interruptor encendido y los niveles de ocupación del procesador interno a tope, supongo que todos necesitamos un poco de “stand-by” que en mi caso, creo que sirve para poner en orden las piezas de mi rompecabezas interior. Tengo muchas ideas en la cabeza, demasiados proyectos enredándose mientras bailan entre mis neuronas y, o le pongo freno a esta vorágine, o acabo en Ciempozuelos….
Ayer soñaba otra aventura que puede ser el germen de una nueva novela…. Tengo la sensación de que mis personajes futuros hacen cola esperando su turno para cobrar vida en mis líneas y yo me apresuro para poder darles cuanto antes el “soplo divino del creador” pero desafortunadamente, sólo tengo dos manos, una vida y días de 24 horas que cada vez se me quedan más cortos. El interruptor de control de potencia me salta de vez en cuando, ahora es uno de esos momentos. Creo que algunos lo llaman Crisis Creativa, pero yo, mucho más bruta, lo llamo pereza…
Espero que este periodo no se extienda mucho más tiempo, pero mientras dure, lejos de fustigarme por mi estado, creo que voy a tratar de disfrutar estos días de pasividad e indiferencia y utilizarlos para recargar las pilas…
¡Hasta otro día!

martes, 15 de junio de 2010

El valor de un beso

Ayer leía un artículo en un periódico sobre los besos, sobre cómo el beso es una forma de comunicación tanto consciente como inconsciente, cómo a través de un beso no sólo decimos muchas cosas si no que tomamos mucha información de aquel al que besamos. Sin saberlo intercambiamos hormonas que nos hacen saber si alguien es o no compatible con nosotros, si genéticamente formamos una buena pareja (dicen que por eso una mujer nunca se acuesta con un hombre si no le ha besado antes… sustrato primitivo de nuestra necesidad reproductiva). Pero al margen de consideraciones científicas, el beso es la caricia más necesaria de la vida. Sé que hay culturas en las que sus miembros no se besan nunca, tal vez porque han sustituido este bello y dulce gesto por otro de significado equivalente. Yo no puedo pasar un solo día sin besar a las personas que amo, mi marido y mis hijos. Con mis besos les doy los buenos días, las buenas noches, les digo que les he echado de menos, que les necesito y que lo daría todo por ellos. A los niños que estoy, y estaré siempre para protegerles, para dar mi vida por ellos, a mi esposo que necesito de él y que lo mismo estoy dispuesta a darle para que se sienta amado.
Tantas cosas con un simple beso, un maravilloso gesto del que nadie debería prescindir.
Os dejo un extracto del artículo publicado en El Mundo:
Cada beso que se da consume 12 calorías. Quizás sea porque para emplearnos en ello, debemos mover hasta 36 músculos, o bien porque las pulsaciones del corazón aumentan de 60 a 100 latidos cada vez que unos labios se unen a otros. La huella de cada ósculo va más allá, viaja hasta el cerebro, no sólo deja rastro en nuestra memoria sino que interviene en un gran número de circuitos neuronales.
Buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos. Al juntar nuestra boca con la de otra persona, el sistema límbico, situado en el centro del cerebro, se encarga de transmitir esta información a otras áreas como la corteza o al tronco del encéfalo que regula los mecanismos vegetativos de la respiración, el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el tono muscular, la salivación o la secreción hormonal.
Según diferentes estudios científicos, cuando besamos apasionadamente se liberan un buen número de hormonas, como las endorfinas, que generan una sensación de bienestar y tienen efecto analgésico. A ellas se les une la oxitocina y la testosterona, la primera relacionada con la lactancia y la excitación sexual, mientras que la segunda está involucrada en un gran número de procesos fisiológicos incluido también el relacionado con el deseo sexual. A éstas les seguirá la adrenalina y noradrenalina, que elevarán la tensión arterial y los latidos del corazón.
"Los besos van directamente al cerebro".

viernes, 4 de junio de 2010

Los riesgos del deporte

Si ya lo decía yo… el deporte tiene sus riesgos, y lo estoy experimentando en mis propias carnes.
Yo que había decidido ponerme en forma ya que se acerca la hora de ponerse el bañador….
Pues eso, mirando mi repertorio de ropa de baño, y digo ropa, porque soy de las que llevan bañador de cuello vuelto (ya os contaré otro día sobre mi aversión a los bikinis) me he dado cuenta de que tan poca tela no tapa las cartucheras, ni los michelines tan bien como lo hacen mis queridas camisolas hippies y los vestiditos corte imperio. Así que, como estamos en crisis y no está la cosa para dejarse un dineral en pareos, me había decidido a seguir los consejos de mi amigo Ramón y ponerme a hacer ejercicio, y como no soy de sufrir por sufrir, había elegido un deporte que me encanta, que lo puedo compartir con mis hijos y que es divertido: Patinar.
Hace una semana estrené mi nuevo par de patines (los viejos deben andar en el baúl de los recuerdos en casa de mi madre) Son chulísimos y se abrochan fácilmente, nada que ver con los interminables agujeros y ganchitos con los que tenía que asegurar mi viejo par de “patines de bota” (sí, en aquellos tiempos se llamaban “patines de bota”). En mis tiempos yo patinaba muy bien, y no hace mucho que estuve con los enanos en una pista de hielo y comprobé que no todo se había perdido, así que, a petición de mi hijo mediano, me enfundé mis nuevas maravillas para enseñarle cómo se patina hacia atrás.
Unas cuantas vueltas, unos pocos giros y yo ya tenía de nuevo controladísima la situación. Hasta que minutos más tarde fui a dar con mi cuerpecillo de treintañera avanzada en el suelo. Tuve mala suerte, y el resultado es una mano izquierda escayolada y un amor propio muuuuy dolorido. Pero no creáis que lo peor ha sido el golpe, bueno, el golpe físico, quiero decir, lo peor ha sido el golpe psicológico, cuando el pipiolillo del traumatólogo va y, tras preguntarme lo que me había pasado, se sonríe y en tono jocoso, así como para quitarle hierro, va y me dice que es que ya no tengo edad…. ¡¿Pero cómo que ya no tengo edad?!, pues bien, esta semana he oído la misma coletilla unas… 40 veces! Entre mis amigos, en la oficina… hasta el camarero que me pone el café por las mañanas ha soltado el comentario… Al final me lo voy a tener que creer…
Me parece que este fin de semana voy a meditar seriamente sobre ello… quien sabe a lo mejor el lunes voy a la mercería y me compro un par de agujas para hacer calceta, o a lo mejor alquilo un parapente y le demuestro al listillo del traumatólogo de 26 añitos de lo que somos capaces las nacidas a principios de los 70!

viernes, 28 de mayo de 2010

Estamos Perdidos

Esta semana por fin terminó perdidos, os juro que me daba igual el final, me importaba un comino si Jack moría si Kate se embarazaba, si resucitaba Jacob o si a Locke/”Smokie” acababa creciéndole el pelo. Después de seis años lo único que de verdad ansiaba era que se terminase la serie, fuera como fuera.
Seis años enganchada, seis años tratando de averiguar los misterios de la isla, los otros, los osos polares y del rarito de Desmond, seis años cayéndosenos la baba con el cuerpazo de Sawyer y suspirando por los ricitos de Sayid (también por su cuerpo, pero era por no repetir)… A pesar de todo, no los voy a echar de menos, se acabó y se acabó.
No acabo de entender la adicción que provocan algunas series, “LOST” entre ellas, que la gente acaba sintiéndose vacía sin ellas y los productores se arrepienten de haber acabado matando a la gallina de los huevos de oro. En mi opinión tres temporadas son más que suficientes para finiquitar una historia, después ya se cae en el desvarío… tendrían que haber terminado y haberse inventado otro cuento diferente, haberlo exprimido otros tres años y vuelta a empezar…. Luego a vivir del “Merchandising” .
Señores guionistas, que no es tan difícil, si más complicado que lo que han hecho los de la serie “Perdidos” para alargarla no puede haber nada, y miren, al final hasta seis años han estirado el chicle del oso polar…
Lo dicho, ha terminado y ya tengo vía libre para engancharme a otra serie, porque soy fiel seguidora y mujer de un solo folletín.

viernes, 21 de mayo de 2010

¿Eres feliz?

“La felicidad no consiste en hacer las cosas que te gustan si no en que te guste lo que haces”
Qué buena la frase ¿no?. Pues sí, solo que a veces es difícil de aplicar. Sobre todo cuando llegas a casa destrozado del trabajo, encima te das cuenta de que anoche dejaste sin recoger los restos de la fiestecilla que montaste con unos amiguetes para hacer más leve la semana…
En resumen, te has levantado con resaca, tienes una jornada laboral de traca y para postre te ves de rodillas junto al sofá tratando de despegar los gusanitos del suelo, al que han quedado fuertemente adheridos gracias a la cerveza que Pedrito derramó ayer. Levantas la vista clamando al cielo y ves a tu hijo pequeño con cara de felicidad, y piensas, bendito regalo del cielo, hasta que te dice:
“Mami, este año me toca disfrazarme de cangrejo verde mutante en el festival de verano del cole”
¿Cangrejo mutante? ¿En que narices estarán pensando los profes cuando organizan el consabido festival de verano? ¿Cómo rayos es un cangrejo verde mutante?. Vuelves a bajar la vista y ves otra cosa pegada en la cerveza… Vaya, sí, eso te da ideas ¿será lechuga?… PUAJ!!!
Llega el mediano con un examen de Mates, ¡Un diez!, qué alegría, hasta que tu cerebrín preferido de ocho años te da una disertación sobre la realidad sobre los planos y el concepto de infinito… Es lo mejor para sentirte soberanamente estúpida, es inevitable el autorreproche “¿ves? Tenías que haber seguido dándole al Mr. Proper suelos de madera, en realidad tu cerebro no está preparado para disquisiciones más avanzadas”
Estropajo en mano, tratas de distraer un poco tu atención de los RDDI (residuos de difícil identificación) pensando que el truco de la felicidad está precisamente en que te guste lo que haces… Pero cómo vas a ser feliz despegando gusanitos del suelo y desgastándote las maltrechas neuronas para diseñar el mejor disfraz de cangrejo mutante (porque eso sí, tu niño tiene que llevar el mejor disfraz de todos, ¡vamos, estaría bueno!) Parece difícil ¿no? Y aún no han aparecido en la historia ni tu chico ni el mayor de los angelitos… (casi que eso lo dejamos para otro día)
Pues en realidad, para que lo sepas, la felicidad es sólo una cuestión de actitud, TIENE QUE GUSTARTE LO QUE HACES, que sí, mentalízate, que verás como funciona…

viernes, 14 de mayo de 2010

Orejas que no sirven para escuchar

Esta es mi conclusión: hay un 85% de la población que sólo tiene las orejas para sujetar las gafas o para colgar de ellas los pendientes… porque escuchar, lo que se dice escuchar son muy poquitos los que lo hacen.

He llegado a esta terrible conclusión tras observar detenidamente a varios grupos poblacionales en situaciones totalmente diferentes. Los temas que causan mayor incidencia de casos de sordera selectiva son la política, el fútbol y la religión. Había decidido no tratar ninguno de ellos en mi blog… porque si ya lo lee poca gente, imaginaos si me pongo a hablar de las tres cruces…. ¡Hasta las Lagartijas me iban a abandonar! Pero después de pensar en ello me dije “pues es que para esto tienes el blog, para poder hablar de lo que necesites y dejar que sean los lectores los que decidan si te escuchan o no… Ahí queda el mensaje“.

Antes era mucho más charlatana, hasta que comprendí que los demás no escuchaban las parrafadas que yo soltaba. Con el tiempo me he vuelto más observadora, y más callada, y he notado que cuando hay un grupo de más de dos personas hablando cada una de ellas suelta su discurso. Al principio pensaba que yo no tenía habilidad para entrar en según qué conversaciones, pero poco después me di cuenta de que en esos grupos, tras la apariencia de una verdadera conversación, sólo se esconde una yuxtaposición de charlas totalmente independientes, es decir, cada uno va a su bola…

Será por eso por lo que al final me he dedicado a escribir, al menos tengo la oportunidad de dejar mi mensaje para aquel que quiera leerlo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Estoy de estreno...

...y más contenta que unas pascuas, soy como una niña con plantilla de blog nueva (jajajaja).
Aparte de estar currándome este fabuloso diseño (es que no tengo abuela...) estoy trabajando en otras cosillas, mis nuevas novelas, mis cuentos e ilustraciones... BUFFF ¡me canso sólo de pensarlo!
Como podeis ver, no me olvido del blog, pero tengo menos tiempo que de costumbre para elaborar complejas e ingeniosas entradas que publicar ;-) pero sigo trabajando duro en esto
¡¡¡¡I keep on rolling!!!!

miércoles, 28 de abril de 2010

lunes, 26 de abril de 2010

Pequeñitos

Pues sí, me gusta Eurovisión… Sé que el festival se tacha de cutre, de amañado, de trasnochado y posiblemente es cierto, pero soy una nostálgica, y para mí, el festival era una noche en la que podía acostarme tarde y ver la tele con mi familia. Todos alrededor de la mesa de la salita, cenando “de picoteo” y siguiendo con atención el “destino” de la canción española de turno.

Ahora son mis hijos lo que aprovechan la ocasión para cenar con nosotros frente a la pantalla y hacer que se emocionan con el festival (que para ellos lo realmente emocionante es la Coca Cola sin cafeína y las patatas fritas).

Reconozco que durante años he odiado literalmente las canciones que presentaba nuestro país, pero este año es diferente. Me gusta la canción y me gusta el cantante.

Me acuerdo de cuando estaba embarazada de mi hijo mayor y debía estar en reposo absoluto. Esperaba con ganas la serie de Antena 3 “Nada es para siempre”, era de los pocos entretenimientos que tenía en aquellos momentos, y Daniel Diges interpretaba a un personaje muy divertido en esta serie. “Gato” era mi favorito con diferencia.

Me voy a aprovechar del indudable éxito de lectores que tiene mi blog (de nuevo, gracias, Ana y corte de lagartijas) para mandar muchos ánimos a este cantante que tiene una planta excepcional y una voz tremenda. Confío en que va a hacer un muy buen papel.

¡Venga!, a hacernos todos “Pequeñitos”

jueves, 22 de abril de 2010

Un desvarío...

Tengo una actividad onírica desbordante, a veces eso sueños son tremendamente extraños... os dejo uno...

"Ese árbol, un fuego incipiente nace entre sus ramas aún jóvenes y tiernas, parece que va a empezar a arder. Y tengo miedo, temo que el fuego que aún esta en su alumbramiento acabe extendiéndose y arrasando el entorno. De hecho parece que se propaga a un seto cercano. Trato de apagarlo, se extingue por un momento, pero vuelve a brotar de las ramas del árbol. Quiero avisar a los bomberos, a la gente, pero no le prestan atención, hasta que alguien, que puedo ser yo misma, me dice que no tengo que temer a ese fuego que ilumina y no consume.
Recuerdo la revelación de la zarza ardiente, pero no encuentro mi verdadero nombre. ¿Quién soy?"

lunes, 19 de abril de 2010

Burton, simplemente Burton…

Pese a lo que diga mi amigo Ramón, Alicia se sale….
Según sus palabras. “Johnny Deep, pues bien...pero creo que es un personaje que no aporta...recuerdo Charlie y la Fábrica de Chocolate y son las mismas caras y el mismo papel, pero entonces, mejor.
Y los efectos 3d...pues no me sorprendieron… lo mejor la caída de Alicia.
Pero... ni la batalla con el monstruo me impactó... ni el gato... no sé....”
Pues a pesar de sus críticas a mi me sigue pareciendo genial. Y eso que irse al cine a disfrutar de una buena peli un viernes por la tarde y encima siendo el estreno es sinónimo de pasar un rato… ¿entretenido? Yo acudí con siete niños de diez años (“Dremiadelamorhermoso”) que dentro de todo se portaron excepcionalmente bien, lástima que haya otros que no sean como los míos. Pero a pesar de ver la peli en medio de una lluvia de palomitas, de goteras de coca cola, y de las consabidas interrupciones por las salidas al baño (y es que deberían repartir dodotis con las gafas 3D, sobre todo en estas pelis tan largas, porque qué vejiga infantil y no tan infantil te aguanta 2 horas o más de película tras haber consumido un “mega vaso alucine que te mueres” de litro y medio de refresco) Pues a pesar de todo, yo vine encantada del cine, enamorada de nuevo de un Burton que es el Maestro de la escena, de un Johnny Deep que… en fin, chicas, para qué os voy a contar….
Os la recomiendo, pero eso sí, sin 3D, que para sumergirnos en el ambiente y en la trama a Burton le sobran esos artificios…
¡Buena tarde de cine!

jueves, 8 de abril de 2010

¡Lo último de lo último!

Para que veáis que nos hemos tomado en serio esto de la vida sana y el ejercicio (porque está visto que lo de dejar de comer no va con nosotros) os voy a contar los últimos adelantos de la industria para tonificarse sin sudar una gota, que eso del fitness está muy bien, pero hay algunos que somos terriblemente alérgicos a eso del esfuerzo físico “moderado”.

Habréis visto desde plataformas vibratorias, hasta electro estimuladores musculares (a los que yo llamo cariñosamente “electrocutabarrigas”) pasando por las cremas milagrosas, las fundas de frío, o de calor etc etc… Pues yo vengo a contaros lo último de lo último, los zapatos que ¡hacen que tus glúteos se tonifiquen solos! ¡Por dios! Y yo toda la vida haciendo pesados ejercicios de GAP (para los no iniciados: Gluteos, Abdominales y Piernas)

La verdad es que los zapatos famosos tienen pinta de calzado médico, pero tienen que ser de cómodos… y si encima activan la circulación y hacen que mis músculos trabajen más y mejor, pues a por los zapatos que voy.

Además, ejercicios a parte, quiero aprovechar para reivindicar la salud de los pies… Siempre he sido de las que llevan tacones vertiginosos, punteras imposibles y zapatos duros coomo la piedra pero “monos que te mueres”, y digo he sido, porque hace algún tiempo mi cuerpo empezó a quejarse (serán los años… ejem) y ya casi no soporto ese tipo de calzado. La espalda se resiente, los pies se deforman, los dedillos se quejan y no ganamos para Compeed que tape todas las ampollas. He descubierto que hay zapatos cómodos y bastante cucos que nos protegen de estos problemas. Porque desde luego, los zapatos de Zara deberían venir con un cartel tipo “Las Autoridades Sanitarias advierten que el uso de este calzado puede producir juanetes, hiperlordosis lumbar, escaras varias y perjudicar seriamente su salud”

Yo me voy a animar a probar los zapatos esos de los Massai… igual pronto me veis también envuelta en una manta roja como los susodichos… ¡Atentos a mi foto de perfil!

miércoles, 7 de abril de 2010

Al hilo de....

Muchos comentarios pasan a veces desapercibidos, pero creo que este merece la pena "Anónimo", o dicho de otro modo, Ramón, ha dejado este comentario a mi post anterior, os invito a leer y reflexionar sobre ello.
Gracias Ramón.

"Estimada Marta:La crítica al fantástico grupo “Operación Bikini” ha ocasionado una reflexión interna en el interior de mi cráneo. ¿Por qué damos tanto valor al físico? Muchos, normalmente los más espirituales o los que menos roscos se han comido piensan que el físico es un envoltorio, incluso otros dicen que en 30 años todo serán arrugas (vaya consuelo…a saber dónde estamos en treinta años con los gobiernos de España). Chicos pensar que no todas las uvas pasas son iguales…unas tienen rabito, y otras no :-P Otros, dónde me veo yo pensamos que el físico es importante porque es lo que mostramos a los demás, y a todos nos gusta ver algo interesante, pero también digo que tenemos que ser autocríticos pero no llegar a ocasionarnos daño, que muchos se hacen más daño a ellos mismos que el que pueda ocasionarle su peor enemigo. Pocos, piensan que el físico es lo más de lo más y son de la cultura del “pero que gorda estoy, si peso 50 kg y mido 170 cm” o “joder tengo que ir al gimnasio a quemar la hamburguesa que me he comido”.La conclusión amigos de “Los libros y otras cosillas de Marta” entrar en “Operación Bikini” y cuestionaros todo en la vida ¿por qué quiero tener chocolatinas? ¿para qué un cuerpo made in Victoria? ¿merece la pena matarse a abdominales por 2 horas de playita?"

lunes, 5 de abril de 2010

Abdominales, por compasión :-)

Mi amigo Ramón, con muy buenos propósitos él, abrió hace un par de semanas un grupo en una conocida red social cuyo nombre empieza por FACE y acaba por BOOK, para no dar nombres directamente… El fin de este grupo es que todos aquellos a los que nos sobran algunos kilitos hiciéramos propósito conjunto de perderlos y hacer ejercicio, que nos animásemos unos a otros publicando nuestros logros diarios etcétera… No se le ocurrió otra cosa a mi amigo Ramón que empezar con este fantástico grupo de apoyo justo antes de Semana Santa.
El caso es que el muro se animó pronto, muchos comentarios, unos más graciosos que otros y muchas buenas intenciones. ¿qué ha pasado entonces con “Operación Bikini”? pues que ha llegado la Semana Santa para boicotear este grupo que tan buenos resultados podría haber dado. Y es que uno mira lo que se va escribiendo mientras sostiene una chorreante torrija en la mano y piensa: Mañana será otro día, y no escribe nada… Resultado, cuatro días de vacaciones, dulces y excesos… y el muro se ha quedado más desierto que los pueblos del Oeste americano. Claro, ¿qué vas a escribir?, ¿me estoy poniendo ciego de roscos, pestiños y potaje de garbanzos? Porque me juego lo que queráis a que a nadie le ha dado a la barrita de Biomaman.
Yo me he pesado esta mañana, y, desde luego, estoy dispuesta a volver a animar el grupo, no me resigno a que el azúcar y la canela me hagan cambiar mi vestuario, que con la crisis no está el bolsillo para eso…
Venga, Ramón, ¿Cuántas abdominales hacemos hoy?

domingo, 4 de abril de 2010

¡Vuelvo a la carga!

Yo no me rindo, trato de no quejarme demasiado y simplemente sigo adelante.
Ahora que hemos acabado con "El Retorno" quiero dedicarme a otros dos proyectos antes de lanzar la tercera parte de esta saga...
Pero eso no significa que vaya a abandonaros... iré publicando otras cosillas para mantener la "tensión" , o más bien la "atensión" jejejeje :-)
A mis fieles eguidores, una vez más, GRACIAS!
Ana, te mereces un monumento, GUAPA!!!!

lunes, 1 de marzo de 2010

Barrera Psicológica

Hemos superado la barrera de los 1000 visitantes al blog!!!!
Gracia a los que me visitais, a los que me seguís, a los que de casualidad visitais mi blog y decidís que merece la pena echarle un ojo. Gracias a todos vosotros.

viernes, 26 de febrero de 2010

Va por ti!

No pensaba publicar nada nuevo hasta el lunes, pero ante las insistentes peticiones de mis más fervientes seguidores (Ana y mis Lagartijas) aquí os dejo dos capítulos para que os entretengais este fin de semana.
Va por ti, Ana. Un beso!!!!

sábado, 23 de enero de 2010

Saborea Té y Café - Galapagar

Hoy quiero contaros mi primera experiencia...
Sí, mi primera vez en un lugar estupendo, que además tengo muy cerquita de casa, un sitio que recomiendo a aquellos que querais no sólo disfrutar de un estupendo café o té, si no también de la magia que le inyecta su propietario.

Un besazo, Pedro!

"Lunes por la mañana, y está nublado. No es que me desagraden los días grises, en sí tienen su encanto, pero la llovizna me obliga a refugiarme en un local para no acabar calada hasta los huesos.

Es un sitio nuevo para mí, nunca había reparado en el pequeño escaparate repleto de teteras, tazas, cucharillas… y es raro, porque normalmente me encantan los salones de te y café…

Entro y me recibe un hombre amable, con un trato familiar y que hace que me sienta muy a gusto. Pedro, que así se llama, me pregunta qué quiero tomar, pero como no conozco el lugar me dejo guiar y le digo que me prepare cualquiera de sus especialidades.

Se toma su tiempo, no demasiado, pero lo justo para acrecentar mi impaciencia, y aparece con una pequeña obra de arte entre sus manos, un vaso de cristal, que deja traslucir su contenido, dispuesto en capas de diferentes colores, y que desprende un intenso aroma a café. Lo deposita con cuidado sobre mi mesa y deja a mi lado una cucharilla, me mira, me dice: que disfrutes el viaje…

Tomo la cucharilla, como si fuera un ticket de autobús a un lugar desconocido. Con ella atravieso una a una las capas de color y texturas diferentes, hasta llegar al fondo. Al extraerla tengo ante mí una muestra diminuta de cada una de ellas y cierro los ojos para saborear cada esencia. El resultado es sorprendente, naranja, chocolate blanco, café y espuma de leche, con un toque de canela. El día gris, de pronto, y sólo para mis ojos, se ha vuelto multicolor."

domingo, 17 de enero de 2010

Gracias, César

A quien se le diga que una aspirante a escritora se ha quedado sin palabras...
Me han emocionado sinceramente las palabras que me dedicas.
Quiero decirte que muy poca gente ha hecho tanto por mi, y que como en este momento no soy capaz de articular nada más, sólo te digo ¡GRACIAS!

viernes, 15 de enero de 2010

¿Te está gustando?

Déjame tus comentarios, me gustaría saber lo que piensas, de mi blog, de mis obras, de lo difícil que es entrar en el mundo de los escritores...

Anímate!

miércoles, 13 de enero de 2010

¿Comentarios?

Espero que estés disfrutando con la lectura de El Retorno, me encantaría recibir tus comentarios, sugerencias... ¡y críticas! :-)

Mañana, la segunda parte de este Capítulo V

¡Gracias por leerme!

martes, 12 de enero de 2010

Capítulo IV

El lunes siguiente Jeane estaba distraída. El viernes por la tarde había aprovechado para llevar su coche al taller para hacerle una revisión y por su cabeza, principalmente, rondaba la idea de que la factura iba a ser de nuevo astronómica. Le daba vueltas a cuándo sería más o menos conveniente ir a recogerlo, si tardarían mucho, que tenía que pedirle a su padre que la llevase hasta el taller…
Después del ajetreo del fin de semana apenas sí se acordaba del dichoso informe.
Pasó el día archivando documentación, organizando carpetas y haciendo algo de espacio en su armario… limpieza mensual.

Pedro no había salido del despacho ni dado otras señales de vida desde primera hora de la mañana, parecía que no tenía otra cosa a la que dedicarse que a rellenar los cubos de reciclado de papel con viejos documentos.

Pero poco antes de la hora de comer, Víctor había irrumpido en el despacho de su jefe, llegaba con paso acelerado y tenía la frente sudada. Oyó como Pedro le pedía calma y le dijo que se sentara. Pronto sonaron algunos gritos. Jeane no podía oír con claridad todo lo que decían. “Esto se va a la mierda” oyó decir a Víctor y de nuevo a Pedro pedirle calma.

A Jeane le picaba la curiosidad, se envaró en su silla. Estaba dispuesta a escuchar todo lo que pudiera de aquella conversación. La Bombón no había llegado aún, estaba comiendo, solía salir antes que ella junto con Pedro y Víctor, pero aquel día se había cansado de esperarles y justo a las dos se marchó haciendo un mohín. Estaba sola y podía arrimarse un poco más al despacho de su jefe sin que nadie la viera hacerlo. Jeane sentía que la adrenalina le escocía en las venas. Un “run run” en el estómago le confirmaba su ansiedad.

Las mamparas que separaban el despacho del resto de la estancia no estaban del todo insonorizadas, pero sí lo suficiente como para que el sonido que salía del despacho estuviera bastante amortiguado por ellas y resultase muy difícil seguir el hilo de la conversación si no se prestaba una intensa atención. Además, la parte superior de esas mamparas era de cristal traslúcido, Jeane no podía acercarse demasiado sin ser vista desde el interior.

No podía oír mucho, algo sobre un negocio que estaba a punto de venirse abajo y a un Pedro claramente preocupado que trataba de mantener la situación bajo control. Le sorprendió oír en la conversación el nombre de las fábricas que había en ese informe que su jefe le pasó por descuido.

Decidió acercarse un poco más. En un momento Jeane se vio agachada en el suelo, junto al despacho con la oreja casi pegada a la pared.

-¿Qué estás haciendo ahí tirada?

La voz de Meli llegaba desde detrás del escritorio de Jeane. ¡Maldita moqueta! Jeane ni se había dado cuenta de que ella estaba allí. ¿no se supone que debería haber tardado algo más en volver?, maldijo de nuevo.

-Eh... - titubeó un segundo – El muelle de mi boli, ha salido volando y quería encontrarlo, pero con esta moqueta y mi mala vista…
-A lo mejor deberías ponerte gafas…

Meli ya estaba junto a su mesa, quitándose el chaquetón y retocándose el carmín. Sólo había bajado al centro comercial a comprar un sandwich que dejó caer sobre la mesa con clara expresión de descontento. No le había prestado la menor atención a Jeane y eso le aliviaba mucho. Aún así tenía las manos sudorosas y aún se sentía algo agitada. Fue al baño a lavárselas y refrescarse un poco la nuca y aprovechó para ir a buscar a Rober a la planta baja.

-Vaya sorpresa – dijo Rober – ya veo que no puedes vivir sin mi…
-Calla, bobo, he estado escuchando una conversación entre Pedro y Víctor, hablaban de un negocio, algo que no estaba saliendo bien y nombraban las fábricas del informe… pero no he podido entenderlo todo. Ha llegado Meli y me ha pillado tirada por los suelos… Rober no sé qué estoy haciendo, estoy de los nervios, descentrada y no puedo dejar de pensar que algo se traen entre manos… su actitud no es normal… las idas y venidas, este estrés...
-Tranquila cielo, seguro que no es nada…
-Bufff – resopló ella – necesitaba tranquilizarme un poco… me voy a mi sitio…
-¡Eh! Espera un poco…
-No, Rober, luego hablamos…
-¡Espera! ¿Y no te ha dado por fisgar un poco en sus archivos? Para ver qué está pasando… si estás tan preocupada…
-Rober, no, claro que no he visto nada, parece mentira que no me conozcas, no soy de las que va hurgando en disco duro ajeno…
-Hummm, - su sonrisita se tornó malévola – pues ahora nos vamos a enterar. ¡Qué leches! Vamos a divertirnos un poco echándole una miradita a su PC
-¿Estás loco?
-¿no te gustaría? – miraba a Jeane con cara de pillo
-Pensándolo bien… es una irresistible tentación…. Dijo Jeane sonriendo.
-Te espero a las ocho, cuando se haya pirado todo el mundo.
-¿Esta tarde? hummm no sé – dudaba Jeane - no estoy del todo segura de querer hacerlo…
-¡Venga, Nena!
-Odio que me llames nena… - Jeane se miró las uñas con fingido desinterés - Vale, me has convencido… soy una curiosa y sé que no voy a descansar hasta saber qué está pasando.
-Bueno, señorita, ¿ya sabe usted eso de que la curiosidad mató al gato?
-Venga, no me lo pongas más difícil. Nos vemos esta tarde ¡NO es una cita! –remarcó Jeane y se rió
-¡¡Queda claro!!

A las cinco de la tarde recibió un escueto mensaje en el Chat interno de la oficina, era de Rober.

-¿Sigue en pie nuestra no-cita de esta tarde?
-¿Acaso crees que me lo iba a perder? – contestó Jeane

Había apagado su PC a las seis en punto. Pedro salía en ese momento de su despacho y se topó con ella, pero no le hizo ningún comentario, ni siquiera se despidió. Ella metió el portátil en su mochila y se dirigió a la cafetería que estaba más cerca de la oficina, buscó una mesita libre y sacó el ordenador.
A esas horas de la tarde la cafetería estaba casi vacía, había un par de obreros apoyados contra la barra y una señora bien vestida que no dejaba de meter monedas en la máquina de juego del bar. Por las mañanas y a la hora de comer aquel era un lugar que siempre se veía abarrotado de gente, a Jeane le llamaba la atención verlo tan vacío, y, salvo por el incesante soniquete de la tragaperras, el lugar estaba tranquilo.

Jeane pidió un café y las claves de la wi-fi del bar y se dedicó durante casi dos horas a echarle un vistazo a las ofertas de empleo.
Rober abrió una ventana de Messenger y se pusieron a chatear de cosas triviales.

Robbie ya terminaste el libro ese de amor?
Red_Jeane sí
Red_Jeane y he empezado el cuarto de la saga
Red_Jeane espero darle un buen empujón este fin de semana
Robbie jejeje al lado de la chimeneaaaa
Red_Jeane arropada y calentita
Red_Jeane con una coca cola cerca
Robbie jajaja pa’ hacerte una foto, vamos
Red_Jeane hummmmm
Red_Jeane ronroneo sólo con pensarlo
Robbie jajaja
Robbie que bueno
Red_Jeane es una de mis imágenes oníricas preferidas!
Robbie me gustaría verte
Red_Jeane cotilla!
Red_Jeane te advierto que pierdo mucho en chándal y con calcetines gordotes de algodón, sin pintar y con el pelo hecho un asco
Robbie no creo que pierdas tanto
Robbie ah por cierto, de cotilla nada...
Red_Jeane voyeur?
Robbie jajaja GRACIOSA…..
Red_Jeane sí
Red_Jean estoy de un humor excelente por las tardes
Robbie y lo pagamos los demás jajajaja
Red_Jeane ¿pagar?
Robbie si....me llamas cotilla, me llamas Voyeur
Red_Jeane ya te gustaría a ti asomarte por mi ventana....
Robbie no por que como me veas…
Robbie jaja
Red_Jeane sí, seguramente me enfadaría mucho....
Red_Jeane que cuando me enfado me pongo como una leona!
Robbie ya me imagino…

Llegó la hora convenida. Para entonces Jeane ya había consumido tres coca-colas y un par de cafés con leche. Estaba hasta las cejas de cafeína. Recogió, pagó la cuenta y se fue andando despacio hasta la oficina. Rober, que la esperaba dentro le abrió con sigilo la puerta del garaje, era más discreto que pasar por la puerta principal. Siempre podría decir que había olvidado algún documento importante pero en ese momento no tenía ganas de dar explicaciones ni mentir a nadie.

A hurtadillas subieron hasta la primera planta. Todas las luces estaban ya apagadas y el silencio en el edificio era total, ni siquiera se oía el zumbido de los aparatos eléctricos.

La moqueta acrílica anti-incendios de color azulón amortiguaba sus pasos.
Jeane y Rober se deslizaron en el despacho de Pedro, Jeane tenía una copia de la llave que en su momento le dio Rafael. Pedro nunca se la pidió así que ella la conservaba. En realidad, estaba segura de que Pedro no tenía ni idea de que Jeane tenía aquella llave. Encendieron el portátil de su jefe. Él casi nunca lo sacaba de la oficina durante la semana. Se apañaba bastante bien con su Blackberry, y salvo si tenía que viajar, el ordenador se quedaba allí. Una verdadera suerte.

-¡Mierda! Ha cambiado las claves que yo tenía, debí imaginarlo…
-Anda, aparta, mujer de poca fe, ¿acaso no estás con un Dios del pirateo? déjamelo a mi.
-Jeane le miraba atenta, no sabría muy bien cómo explicar lo que estaba haciendo
-Rober, pero en menos de cinco minutos había conseguido burlar todos los sistemas de seguridad de la empresa.

Al ser un Laboratorio se utilizaban complejos mecanismos de seguridad para proteger los datos de intrusiones indeseadas. El acceso al ordenador de cualquiera de los colaboradores estaba totalmente restringido excepto para el usuario autorizado.
Antes de llegar a la información contenida en el disco duro o en la réplica del mismo que existía en la red interna de la empresa había que pasar por, al menos, cuatro “puertas” protegidas con sendas contraseñas. Iba a ser una tarea imposible meterse a hurgar en los archivos de Pedro.
Jeane le miró con desconfianza.

-¿Qué esperabas, Nena? ¿acaso creías que iba a conservar sus claves si está ocultando algo?
-Como vuelvas a llamarme así te arranco la cabeza, y no es broma…
-Vaaaaale - dijo apartando la vista de las sinuosas curvas de Jeane y volviendo a posarla sobre el monitor de Pedro. –Imaginaba que tus calves no nos iban a servir, así que he dedicado estas dos horas a trastear un poco con la seguridad
-¡Vaya! Estoy sorprendida, ¿no estabas chateando conmigo? ¡Eres capaz de hacer dos cosas a la vez! ¡Guau! Exageraba Jeane en tono francamente burlón.
-Voila, princesa ¿por dónde quieres empezar?

Jeane tenía sus ojos verdes abiertos de par en par. Rober se había levantado de la silla del jefe y Jeane se sentaba despacio, incrédula de lo que estaba viendo. Allí, frente a ella, a su total disposición tenía el árbol de directorios de su jefe que, al completo, habían sido expuestos y decodificados sólo para sus ojos.

-¿Cómo…? – Jeane estaba estupefacta
-Bueno, te contaré en pocas palabras mi secreto… En realidad no ha sido tan difícil. -La boba de Meli tiene todas las claves apuntadas en su agenda…
-No me lo creo…
-Bueno, en realidad las tiene disimuladas como números de teléfono, direcciones, fechas de cumpleaños… No ha sido muy difícil, sólo he tenido que hurgar un poco en su mesa cuando ya no había nadie en la planta. Por cierto, tengo el número de su AMEX ¿no quieres un bolso de Prada? Jajajaja – rió Rober

Jeane no sabía por donde empezar. Se sentó en la silla de su jefe. Sus ojos se deslizaron entre los nombres de los archivos hasta que encontró una carpeta con el nombre de un Laboratorio que ella había incluido en el informe de productos. Al abrirlo descubrió un montón de documentos, su informe, mail cruzados con un tipo indio llamado Chandra Jhangimal, con un español de una fábrica catalana, con una dirección de correo totalmente desconocida para ella… No iba a tener tiempo de leerlos todos ahora, así que sacó una pequeña memoria USB del bolso y copió todo el contenido de la carpeta. Rober hizo lo mismo.

-¿Ya tienes lo que querías?
-Bueno, no estoy del todo segura, pero veo que al menos tengo entretenimiento para rato…
-Ahora toca la parte divertida, hazme sitio

Rober había cogido la silla de confidente y se había colocado al lado de Jeane, lo suficientemente cerca como para rozar accidentalmente el brazo de ella. Jeane le miró de soslayo con cierta desaprobación, pero él hizo caso omiso de esa mirada.
-¿qué quieres ver?
-¿yo? Eres tú el que está interesado en el marujeo, yo ya tengo lo que quiero
-Anda ya…. Mira, aquí tiene el historial de su Messenger, apuesto a que te encantaría saber con quien se relaciona el Madero… - Así llamaban a Pedro en tono burlón
-La verdad es que no…. Haz lo que quieras… - fingía mostrar total indiferencia, pero en realidad se moría de curiosidad, a lo mejor así podría entender mejor a su jefe… o reírse un rato, que tampoco le venía nada mal.

Él empezó a leer algunas conversaciones, bastante insustanciales, pero Jeane abandonó su postura de fingido desinterés y de pronto se mostró mucho más entusiasta.

-¡Mira! – dijo – Tiene una carpeta de sus charlas con Víctor, eso sí me interesa.

Rober la abrió. Jeane se inclinó un poco sobre la pantalla y estaba ahora mucho más cerca de él, que estaba bastante tenso aunque era muy agradable tenerla así. Podía oler su dulce perfume de vainilla y naranja, era tan apetecible… Tuvo que hacer un gran esfuerzo de autocontrol.

Rober se sentía muy atraído por Jeane, pero sabía que ella se cerraba en banda a cualquier relación personal con nadie de la oficina. Realmente ignoraba casi todo sobre su vida privada. Él se permitía ciertas bromas con ella, un coqueteo inocente y en tono jocoso, sabía que Jeane lo toleraba precisamente por eso, porque entendía que no hablaba en serio. Rober la respetaba y eso había hecho que pudiera tener una cercanía con ella que nadie más había conseguido. Pero en el fondo se moría por que ella correspondiera a sus acercamientos, aunque sólo fuera un poco.

Jeane leía por encima la trascripción de la conversación entre Víctor y Pedro, hablaban casi en clave en todo lo referente al tema de las fábricas, era como si, ni siquiera de aquella manera, se atrevieran a decir las cosas claramente. Ella no era capaz de entender el sentido de la conversación, pero pensaba que después de leer toda la documentación todo aquello cobraría un nuevo sentido. Le pidió a Rober que guardase aquello también en la memoria.

-Venga, vámonos - le urgió ella – ya hemos estado mucho tiempo aquí…
-Vale… pero me estás cortando la diversión… ¿me dejas al menos que te invite a una coca cola?
-Para coca cola estoy yo… me he tomado unas cuantas hace un rato esperando en la cafetería… no gracias…- se quedó callada un momento viendo la cara de desilusión de Rober. Sabía que se iba a arrepentir, pero… -¿quieres acompañarme a casa? – dijo de pronto.

El rostro de Rober se iluminó, quería contestarle que sí, que por supuesto, pero su voz parecía habérsele congelado en la garganta. Solo pasaron un par de segundos, que a él se le hicieron eternos, hasta que por fin pudo contestar

-¿No has venido en coche? - titubeó
-Está en el taller…

Rober con la voz casi quebrada, consiguió articular un simple “sí, te acompaño”
Jeane no vivía demasiado lejos de la oficina, a unos treinta y cinco minutos caminando. Como ya era de noche, se sentía más segura si Rober iba con ella. Esperaba que él no lo interpretase como algo más.

Rober, sin embargo bullía por dentro. Sabía que no podía hacerse demasiadas ilusiones, pero estaba feliz de poder pasar un rato más junto a ella.

El camino hasta su casa trascurría por calles bastante solitarias, la zona donde se encontraba la oficina era un polígono empresarial construido en medio de un montón de urbanizaciones residenciales. Jeane y su familia se habían mudado allí hacía unos seis años, cuando los precios de los adosados, comprados sobre plano aún eran asequibles para una familia de clase media. Aún así, habían tenido que vender, además de su antiguo piso, un terreno que tenían en el pueblo de su padre, donde pensaban construir con el tiempo una casita para Jeane y su futura familia, justo al lado de la que ellos ya tenían. Pero Jeane no se mostraba demasiado interesada en el pueblo, ya no tenía amigos allí y después del verano del 2003 ninguno había tenido muchas ganas de volver. Con el dinero del terreno habían amortizado parte de la hipoteca que tenían pendiente de su nuevo chalet y ahora vivían con bastante desahogo.

Pasearon por la calle. No hacía demasiado frío a pesar de estar ya a finales de Octubre, y como Jeane no se quejaba, Rober ralentizaba el paso todo lo posible, estaba dispuesto a alargar aquel momento todo lo que ella le permitiese. Sus pasos removían las hojas de los árboles que estaban esparcidas por el suelo.
Finalmente llegaron a la verja de entrada de la casa, Rober empezó a mascullar algo pero Jeane le atajó con un despreocupado “gracias y hasta mañana”, besó fugazmente a Rober en la mejilla y desapareció tras el enorme portón de hierro. Él se quedó allí paralizado durante algunos segundos, maldiciéndose por no haber sido más lanzado aquella noche… Pero él era así, mientras su relación se mantenía como una divertida comedia entre compañeros todo iba sobre ruedas: él la miraba, le lanzaba piropos descarados… Pero cuando se planteaba dejar aflorar sus verdaderos sentimientos se quedaba absolutamente paralizado.

Caminó despacio calle abajo, diciéndose a sí mismo que la próxima vez debería tener más coraje…

Llegó a casa bastante cansado. También vivía cerca de la oficina, en otra de las urbanizaciones de la zona pero habría unos cuarenta y cinco minutos a buen paso desde la casa de Jeane hasta la suya. Saludó a su padre que veía la televisión enfundado en una gruesa bata oscura y comía algo que parecían lentejas frente al televisor. Su padre le devolvió el saludo con la mano, en silencio. No hubo preguntas, ni comentarios…

Rober y su padre mantenían una buena relación, no hablaban demasiado pero el chico sentía devoción por él. Rober era un buen chaval, y en los momentos en los que se había sentido perdido su padre siempre le había ayudado a encontrar el buen camino. Ambos se sentían verdaderamente comprometidos el uno con el otro.
Cuando estuvo solo en su habitación, sacó un folio y se puso a dibujar. Trazaba con delicadeza y con inusitado cariño unas formas que se sabía de memoria, los contornos del que, para él, era el rostro más perfecto del mundo, sus ojos, sus labios, los curvados contornos de su silueta… Miró aquel hermoso retrato y lo guardó en su carpeta, donde decenas de dibujos de aquella mujer le miraban desde su irrealidad.

domingo, 10 de enero de 2010

Capítulo III

No había manera, aquel día Gregorio no conseguía concentrarse. Después de vestirse había intentado sin éxito volver a meterse de lleno en el caso, pero tenía la mente demasiado dispersa. Pensó que lo mejor sería salir a pasear un rato. Le encantaba conducir así que cogió las llaves de su nuevo coche y se fue directo al garaje.
Se había comprado un Volkswagen Scirocco, un nuevo modelo que llevaba poco tiempo en el mercado. Él ya tenía un viejo Cadillac que había sido su fiel compañero durante años, pero en su afán renovador había decidido dejarlo aparcado durante un tiempo y conducir su moderno deportivo color negro perlado.

Condujo desde su calle hasta La Castellana, desde allí se dirigió hacia el norte, hacia la carretera de Burgos, buscando inconscientemente alguna vía secundaria poco transitada, una carretera rebelde que dominar. En ellas podía poner un poco a prueba su nueva “cabalgadura”. Se desvió hacia la carretera de Colmenar, se dirigía a Manzanares el Real. Sin ser del todo consciente conducía cada vez más deprisa hacia Navacerrada. Había alcanzado una gran velocidad y en algunas de las curvas el coche derrapaba ligeramente. No le preocupaba demasiado. La guardia Civil no frecuentaba esas carreteras, y eran territorio olvidado en el mapa de radares, fundamentalmente porque nadie se atrevía a pisar tanto el acelerador por allí… salvo Gregorio.

Pronto había llegado al camino que llevaba hacia La Escondida, la casa Familiar de los Castañeda. Era jueves, así que no habría nadie allí. Desde la muerte de los padres, los hijos sólo la habitaban en verano y los fines de semana. Él había pasado momentos muy amargos allí, y también otros cuyo recuerdo le llenaba de calor el corazón. Sólo de pensar en Alex le ardía el pecho, recordar cómo sonaba su nombre en los labios de ella hacía que sus ojos se inundasen de lágrimas… Después de perder a Aurora, su amor de juventud, había tenido la suerte de volverse a enamorar, pero de nuevo de la persona equivocada. Lo que sentía por Alex era aún más intenso que lo que en su día fue con su madre. Le quemaba y le llenaba de frustración no poder correr hacia ella y besarla en los labios con la furia que le pedía su corazón. Abrazar su cuerpo para volver a oler su pelo, tan cerca… ¿por qué no podía simplemente olvidarla?

Salió del coche, se cerró sobre el pecho el chaquetón de pana beige. Lo hizo de forma automática, como un gesto inconsciente, porque en aquellos momentos no sentía el frío que le rodeaba ni el viento que parecía soplar cada vez con más fuerza entre los pinos. Caminó unos metros hacia el portón de La Escondida, hipnotizado. Allí estaba él, al comienzo del camino, buscando con la mirada perdida el recuerdo del instante en el que ella se refugió en su cuerpo, debatiéndose entre el miedo y la tristeza, y dejó que sus brazos sostuvieran su alma. De pronto reaccionó, se le estaban helando las orejas y las manos, se frotó la cara con ellas y dio media vuelta hacia el coche.

De regreso a casa condujo con algo más de cuidado, hacía un gran esfuerzo por apartar los recuerdos de su mente. Ya había pasado bastante tiempo, pero Alex se resistía a abandonar su corazón.

Según se iba alejando de la casa, sus sentimientos se fueron apaciguando, el dolor se fue mitigando y la presión de su corazón cedía.
Llegó a casa y todavía era pronto. La idea de quedarse todo el día encerrado trabajando en un anodino caso de divorcio de dos empresarios no le resultaba nada sugerente.

Había creído que ese trabajo fácil y cómodo sería útil para mantenerle ocupado y controlar su mente cuando ésta se desbocaba hacia pensamientos que sólo conseguían herirle, pero se había equivocado. La escasa complejidad de los casos no mantenía su interés el suficiente tiempo para que en su cabeza no cupieran otras ideas mucho menos convenientes… se estaba planteando seriamente la idea de volver a contactar con algunos de sus amigos para volver al ejercicio activo y entrar de nuevo en acción. Incluso, estaba dispuesto a desempolvar su vieja licencia de Detective Privado, sí, eso seguro que añadiría algo de “pimienta” a su, ahora, desvaída existencia.

Venció su desgana inicial y se puso a trabajar intensamente en el caso de divorcio. Lo mejor era sacarse el asunto de encima lo antes posible para poder enfocarse a los cambios que había proyectado, libre de otras cargas, y cuanto antes mejor.
Al parecer, la mujer había descubierto la infidelidad de su esposo y estaba decidida a divorciarse. No confiaba en que el abogado de la familia resolviera las cosas de un modo imparcial y había decidido contactar con su empresa de asesoría para tener en la mano una “segunda opinión” para que no la liaran entre el abogado familiar y su marido.

Le dieron las dos de la madrugada revolviendo en el intrincado de sociedades unipersonales de aquella pareja. Creía tener ya una solución al alcance de la mano, pero se sentía demasiado agotado para seguir por esa noche. El sueño iba a vencerle, se acostó, y por primera vez en todos esos meses consiguió dormir aunque, de nuevo con ayuda de los fármacos, pero lo mejor, sin duda, es que había pasado una noche sin pesadillas.

Amanecía. El abogado se desperezó en su cama y miró incrédulo el reloj. Había conseguido dormir casi seis horas de un tirón, y aunque su sueño se le había hecho corto se sentía descansado y más vital que de costumbre.
Tardó poco en ducharse y vestirse, buscó algo para desayunar pero tuvo que conformarse con medio vaso de zumo de naranja y una zanahoria que estaba ya bastante pasada. Decidió que era el momento de dejarse caer por el supermercado. Los últimos días había estado de un humor de perros, bastante deprimido y no se había percatado de que apenas le quedaba nada comestible en el frigorífico. Cogió las llaves del coche en cuanto hubo dado cuenta de aquella zanahoria medio marchita y se marchó.
Habían pasado un par de horas. Gregorio abrió la puerta de su piso con cierta dificultad. Iba cargado de bolsas del supermercado y mientras empujaba la puerta con el hombro sostenía las llaves entre los dientes. Para colmo oyó cómo sonaba el teléfono de forma insistente. No iba a llegar a contestar la llamada. Fue directo hacia la encimera de su cocina americana y dejó allí las bolsas, poco a poco extrajo el contenido y mientras empezaba a colocarlo en la nevera y los armarios vio cómo se encendía parpadeante la luz de su contestador.

Terminó de recoger la compra y revisó los mensajes del teléfono, con el altavoz conectado, mientras iba encendiendo su ordenador.
“Gregorio, soy Martín, me gustaría hablar contigo de un asunto… ¿estarás disponible? Llámame”

Martín había sido compañero de Gregorio en la Universidad. Habían hecho muchos trabajos juntos, hasta que Gregorio acabó por decantarse íntegramente por la abogacía. Y hasta que algunos de los asuntos un poco turbios, en los que se había visto inmerso de la mano del Doctor Alonso Castañeda, les hubieran alejado más de lo que le hubiera gustado en realidad. Aún así, nunca perdieron del todo el contacto. Era uno de esos amigos de toda la vida con el que tan sólo hablaba un par de veces al año, a veces ni eso, pero al que siempre sentía cercano.
Durante los últimos dos años su relación había quedado en suspenso, ya que tras la muerte del doctor su existencia giró durante meses alrededor de la familia Castañeda, y en especial, de Alex.

Gregorio no dudó un momento en descolgar el teléfono y llamar a su amigo.

-Martín, soy Gregorio
-¡Gregorio! Sí que te has dado prisa, hombre…
-Claro, no hay que hacer esperar a los amigos
-Bien, bien... - su voz sonaba alegre
-Cuéntame, ¿vamos a cabalgar juntos de nuevo?
-Eso espero… necesitaría tus dotes clarividentes en un asunto relacionado con un gran laboratorio, Health Biotechnologies, y parece que puede haber problemas.
Perdona que te lo pregunte pero ¿qué interés tienes tú en este caso?
-El Director es amigo mío, me ha pedido como favor que le ayudemos con este asunto.
-Parece que todo indica que puede tratarse de un asunto de espionaje industrial.
Paralelamente a la investigación oficial de la policía, vamos a ver qué encontramos… Tengo que explicarte todo esto con detalle, pero es mejor que nos veamos en persona.
-Por supuesto, dime cuándo sería posible
-Antes del viernes… el… mañana estaría bien… Te invito a comer al Charolés
-Eso es estupendo, veo que no pedemos las buenas costumbres.
-¡Nunca!, además, se piensa mejor si se está bien alimentado

Ambos soltaron una buena carcajada.

Gregorio recordaba con agrado las reuniones con Martín, siempre rodeados de abundante comida y buen vino tinto. A nadie se le escapaba cuál era la causa de la enorme barriga de su amigo.

Era un tipo francamente orondo, y muy alto también. Solía vestir trajes caros hechos a medida, elegantes camisas igualmente confeccionadas para él, los pantalones sujetos con tirantes elásticos y unas corbatas de seda que siempre parecían demasiado cortas sobre su abultado vientre. Lucía una cuidada barba corta y el pelo liso le caía en un escaso flequillo sobre la frente. Las diminutas gafas metálicas se le escurrían con frecuencia hacia la punta de la nariz, parecía un Papá Noel vestido de “paisano”. Tenía unas enormes manazas, anchas, de dedos gruesos y largos, y cuando estrechaba la de Gregorio entre ellas a él le parecía que le iba a quebrar todos los huesos. Su voz era profunda y clara, su mirada, franca. Una buena persona, un buen profesional y un gran amigo.

Martín había perdido a su esposa unos años antes, ella estaba mal, tenía algún tipo de enfermedad degenerativa que no sólo le afectaba físicamente. Poco a poco perdía la razón, y, en sus aún frecuentes momentos lúcidos le confesaba entre lágrimas que no era capaz de soportar aquella situación. No tardó más que un año y siete meses en quitarse la vida. Sólo dejó una nota para Martín, no era capaz de vivir soportando aquella enfermedad y viendo como sus seres más queridos sufrían por ella. Dejó de existir, buscando en su huir un futuro más amable para aquellos a los que más quería. Martín se sintió tan sólo, tan vacío, tan incapaz… pero lo superó, no sin esfuerzo, por el hijo que ella le había dejado.

Gregorio tenía muchas ganas de verle. De hecho era una de las primeras personas a las que pensaba llamar una vez se hubiera decidido a reemprender su actividad como detective. Quién mejor que Martín, con quien tantos buenos y malos momentos había pasado durante sus años más jóvenes, para volver a ese camino de aventuras ahora en su madurez.

Tras la conversación con Martín, Gregorio se sentía mucho mejor, algo ilusionado. Incluso se reía para sus adentros al verse junto a Martín como dos viejos cowboy a caballo persiguiendo la puesta de sol.

Gregorio se sentó frente a su portátil y buscó información sobre el laboratorio, intuía que, en cualquier caso, una filtración de información en un laboratorio farmacéutico siempre iba a ser un tema delicado. No le costó ni un minuto encontrar cientos de referencias sobre él.

Health Biotechnologies era una gran empresa, un laboratorio innovador en investigaciones, puntero en el sector, muy conocido por su gran implicación en proyectos sociales. El presidente en España, César Carrasco, era un hombre de una reputación intachable, con una posición relevante en el mundo farmacéutico. Martín le había mencionado alguna vez, se conocían del club de mus, el único deporte que el bueno de Martín practicaba. César y él habían trabado cierta amistad, incluso aquél había conseguido un puesto de trabajo para el hijo de Martín en uno de los departamentos de la empresa.

Gregorio entendía perfectamente por qué Martín tenía tanto interés en implicarse en aquel asunto.

Durante más de cuatro horas estuvo empapándose de la información que iba descargando. El laboratorio era uno de los más grandes del mundo, contaba en España con una importantísima unidad de desarrollo de productos biosimilares, con una plantilla nutrida de investigadores y entre ellos los mejores del país.
A eso de las nueve de la noche, Gregorio ya se sentía algo cansado. Apagó el portátil y se preparó una cena ligera a base de verduras y arroz y se sirvió una buena copa de vino tinto. Se sentó para disfrutar de su cena en compañía, únicamente, del soniquete de la televisión.

A solas en el silencio del dormitorio los recuerdos de Alex volvieron a él. Por más que lo intentaba no podía apartarlos de sí. La imagen del rostro de Alex, el sabor de aquel beso robado… le oprimía el corazón. Aún podía describir con precisión a aquella mujer, su pelo, su olor… su dulce y temerosa mirada, el día que llevaba aquel precioso vestido rojo, cuando ella aún le temía y desconfiaba de él, el día que él descubrió que ella también sentía algo por él, la frustración de que perteneciera a otro hombre…

Sus esperanzas de que la vuelta a un trabajo absorbente mitigase su desazón se estaban esfumando por momentos. Debía aprender a vivir con aquella quemazón en su pecho. Ni siquiera Aurora había significado tanto para él.
Se dio cuenta de que el dolor que le producía pensar en Alex se había convertido en una potente droga, era una peculiar adicción y su cerebro exigía la dosis a diario. Confundía qué era más fuerte, si el amor que sentía por ella o el dolor de no poder tenerla.

En realidad se sentía extrañamente reconfortado en ese dolor. Esa noche no se tomó las pastillas porque, en realidad, no tenía intención de dormir, sólo de seguir ahondando en sus pensamientos sobre Alex, con la vana esperanza de que, si evocaba su recuerdo con suficiente intensidad, llegaría a sentirla de nuevo a su lado.

Pero el sueño le atrapó. No era un sueño muy profundo porque él podía dirigirlo de algún modo. Abría la puerta de una habitación y allí estaba Alex, pero al acercarse a ella se daba cuenta de que la estancia estaba dividida por un grueso cristal que no le dejaba alcanzarla. Ella se acercaba despacio. Llevaba aquel maravilloso vestido rojo intenso… estaba preciosa. La melena oscura caía sobre sus hombros y cubría ligeramente su escote. Desde ese lado del cristal los ojos de Alex se clavaban anhelantes en los suyos. Gregorio se acercaba a ella, colocaba su mano sobre la fría superficie, podía notar la textura lisa, impenetrable, de aquella pared invisible que le separaba de su amada. Ella situaba la mano en el mismo lugar y el cristal se tornaba cálido. Gregorio colocó su otra mano para poder sentirla un poco más, pero ella acercó su cara, apoyando su mejilla y entrecerrando los ojos.

Gregorio besó el cristal allí donde la piel del rostro de Alex se apretaba contra él. Sentía su suave tacto, su aroma… era tan real… y a la vez Gregorio era tan consciente de que aquello sólo era un sueño…

Pero él era el comandante de ese sueño, esa realidad paralela en la que navegaba estaba en sus manos. Así, atravesó el vidrio como si se tratase de una fina capa de gelatina, y entrelazó sus dedos con los de ella, con la mano derecha sostuvo con extrema delicadeza la barbilla de Alex y giró su cara hacia él. Ella mantenía los párpados suavemente cerrados y los labios entreabiertos. Alex le entregaba ahora el beso que una vez él intentó robar. Gregorio beso con pasión sus labios, con pasión, casi con reverencia y en su corazón notaba el fuego de una emoción que iba más allá del cariño, del amor y del deseo.
Gregorio despertó, y sin abrir aún los ojos cerró su mano donde aún sentía cálida la de Ella.

Cuando terminó de espabilarse, la presencia de Alex se había desvanecido por completo. Se dio cuenta de que ya era tarde, así que se duchó, se vistió y desayunó algo rápido.

Quería comprar un par de libros antes de su cita con Martín, así que debía darse prisa. Cogió las llaves del coche y salió de casa.

Eran casi las dos de la tarde. Gregorio llegaba puntual a su cita con Martín, pero no estaba solo. Esperándole estaba también César. Esto le hacía pensar que ya había tomado una decisión sobre su participación en el caso. Al principio se sentía un poco molesto, le hubiera gustado discutir los detalles con Martín antes de implicarse formalmente en el asunto, pero por otro lado, su amigo le conocía bien, estaba seguro de que él aceptaría participar y dada la complejidad del asunto, podía entender que ya lo hubiera hablado con César, debía estar al tanto y como amigo, y más aún, como amigo que le debía un gran favor, había pensado que lo mejor era tratarlo lo antes posible con él.

César se presentó y estrechó con fuerza la mano de Gregorio. Era un hombre acostumbrado a presentarse esgrimiendo una posición de supremacía, mostrando su seguridad. Todo en su postura denotaba su importancia. Era un hombre elegantemente vestido, de la misma edad que Gregorio y con unos ojos de un azul tan profundo que parecía capaz de leer el pensamiento de sus interlocutores, de atravesar sus mentes con la mirada. Gregorio supuso que ese porte debía serle muy útil en su posición, pero él no era un hombre fácilmente impresionable.
Los tres entraron en el restaurante y se sentaron pronto a la mesa. Martín la había reservado con antelación y se situaron en una zona donde tenían bastante intimidad para hablar tranquilamente.

Durante la comida apenas trataron el tema, se limitaron a presentarse y a hablar de cosas generales relacionadas con la empresa. Fue durante el café cuando entraron verdaderamente en materia.

Junto al café se sirvieron unas copas de coñac y César hizo amago de sacar un enorme puro habano del bolsillo de su chaqueta, pero Gregorio le miró enarcando una ceja, eso le bastó a Martín para echarse atrás con su idea de disfrutar un buen cigarro. Gregorio estaba operado de cáncer de pulmón, y si algo tenía claro era que no pudiendo él mismo fumar no iba a dejar que sus compañías cercanas lo hicieran en su presencia. Le había costado mucho poder librarse del hábito. Aún seguía mordiendo con fruición esos cigarrillos de plástico de boquilla naranja que venden en las farmacias y que tienen un extraño regusto a menta. Pero el doctor lo dejó claro: ni un solo cigarrillo. Su curación había sido casi un milagro y no estaba dispuesto a desperdiciar la poca salud que le quedaba aspirando humo, ni propio, ni ajeno. Martín se palpó el bolsillo donde guardaba el puro y suspiró con tristeza.

En aquel punto de la comida ya había quedado claro que Gregorio ayudaría a Martín con la investigación privada. Él mismo no recordaba que en ningún momento se le hubiera preguntado formalmente si deseaba implicarse en el caso, pero fuera como fuese así estaban las cosas. Tanto César como Martín habían dado por hecha su participación.

César, finalmente, le hizo un amplio resumen del estado de las cosas. Health Biotechnologies llevaba tiempo investigando para producir un medicamento biosimilar capaz de frenar con bastante éxito el avance de una grave enfermedad degenerativa: la esclerosis múltiple. El nuevo producto era incluso capaz de reducir los efectos de ésta prácticamente en su totalidad, revirtiendo la misma hasta una fase muy inicial. Podría hablarse de una cura. La investigación y el desarrollo del producto eran absolutamente confidenciales y únicamente unas pocas personas conocían la existencia del mismo. Personas, por supuesto, de absoluta confianza, y entregados a esta investigación. Las pruebas ya se habían llevado a cabo pero no se había anunciado, ni siquiera internamente.

Pero hacía unas dos semanas, en un evento celebrado en Ginebra en el que se daban encuentro gran número de representantes de los distintos laboratorios de la industria, uno de esos hombres de confianza, el responsable del Análisis de Mercado realizado para el nuevo producto, escuchó cómo en un reducido grupo de colegas un responsable de marketing de otro laboratorio pequeño, borracho como una cuba, se jactaba de que su marca había diseñado un procedimiento para desarrollar una molécula idéntica a la de Health Biotechnologies. Nuestro hombre se llevó al borracho para interrogarle discretamente a solas y que no desvelara más de lo necesario. Hicieron falta otros dos whiskeys para que acabara detallando con bastante exactitud el procedimiento exacto de desarrollo del producto. Era un calco paso por paso del desarrollado por Health Biotechnologies. Había puntos que aún no conocían, pero estaban a pocos pasos de poder lanzar el producto al mercado. No cabía duda de que había existido una filtración, pero resultó imposible averiguar la fuente. Aquel hombre no tenía ni la más remota idea de lo que realmente estaba pasando, sólo se vanagloriaba de que su Empresa había sido capaz de desarrollar un producto sumamente innovador e importante que les daría el empujón necesario para colocarse entre los mejores laboratorios. Lo fácil era pensar que alguien del equipo había pasado la información fuera del laboratorio pero tras una minuciosa investigación interna habían descartado a todos los miembros. Ahora había que ver quién se perfilaba como principal sospechoso. No se había dado a conocer nada del asunto, todo sobre la presunta filtración había quedado guardado como el más preciado de los secretos. Quedaban muchos puntos oscuros que era necesario aclarar.

La comida se había alargado bastante, eran casi las cinco y media cuando salían del restaurante. Quedaron en revisar los datos que habían extraído de la investigación interna y ponerse al día con los datos del personal que trabajaba en el proyecto. Hablarían la semana siguiente para compartir sus conclusiones. Se despidieron cordialmente y Gregorio se marchó solo.