viernes, 31 de diciembre de 2010

Año Nuevo

Hoy es el día. Se acaba el año, ¿la década? (nunca he tenido muy claro si las décadas acaban o empiezan en 0), y todos nos ponemos a reflexionar sobre lo que ha sido y lo que será, y como si esperásemos que una conjunción mágica de elementos fuera a producirse exactamente a las doce de la noche, nos preparamos para el momento: oro dentro de la copa, prendas interiores de color rojo, uvas, lentejas, barrer frenéticamente la casa antes de las campanadas…

Hoy, según hacía mi camino al trabajo (¿qué mejor que despedir el año currando?) venía pensando en todas estas cosas. Éste no ha sido el mejor año de mi vida, igual tampoco ha sido el peor… Hoy sentía una extraña pesadez en el corazón, incluso he dejado correr alguna que otra lágrima. Pero dándole vueltas a ello (lo sé, lo sé… mi cabecita no puede parar nunca) me he dado cuenta de que al fin y al cabo hoy sólo es otro día más, con su amanecer y su anochecer.

Hoy no voy a esperar que se produzca ningún milagro, hoy no voy a ‘calzarme’ unas braguitas rojas esperando que resuelvan todos mis males, hoy no voy a dejar mi anillo dentro de mi copa de cava para brindar nada más terminen de sonar las campanadas, porque hoy he comprendido que esa especial magia que creemos que rodea la venida del año nuevo se produce, en realidad, cada día. Cada vez que despertamos por la mañana se nos concede el hermoso regalo de un día nuevo lleno de oportunidades. Cada noche al acostarnos es el momento de hacer balance. Creo, que al final, ese modo de ver las cosas es lo que va a traerme un nuevo año mejor.

Por eso, hoy quiero desearos no un feliz año nuevo, sino 365 nuevos días hermosos y repletos de oportunidades.