miércoles, 29 de septiembre de 2010

Huelga de cerebro

Hoy quería aprovechar que parece un día tranquilo para escribir un poco, redactar unas cuantas líneas de mi novela... y cual ha sido mi sorpresa cuando he descubierto que aunque yo esté trabajando mi cerebro ha decidido ejercitar su derecho a la huelga. Ni una idea, ni una sola aportación lúcida… no se me ocurre nada interesante, ni para el blog, ni para la novela… ¡NADA! Intento comunicar con mis neuronas y sólo recibo señal de “apagado o fuera de cobertura”… Creo que me mantengo en pie, camino, como, respiro y hablo porque se están respetando correctamente los servicios mínimos… espero que los piquetes no hagan de las suyas y me quede inconsciente, por ejemplo, mientras conduzco… sería algo de consecuencias catastróficas para toda yo…

jueves, 23 de septiembre de 2010

Amigos sobre ruedas....

Erase una vez una chica y un chico, una estupenda pareja… a él le encantaba montar en bicicleta y ella se animó a acompañarle… Así empieza la historia de Víctor y Camino en el Camino de Santiago.

Estos amigos decidieron este año hacer el Camino en bici, para ello, Camino, que estaba más verde en estas lides ha tenido que entrenar duro durante unos meses antes de lanzarse a la aventura. Empezaron su periplo hace ya varios días y ahora están a más de la mitad de su recorrido.

Los que han hecho peregrinaje cuentan que es una experiencia única, que es difícil de explicar lo que allí se vive… Pues Víctor y Camino lo están haciendo de una forma original. Cada día ambos cuentan, por separado, lo que les ha parecido la jornada, cómo han pasado las subidas y bajadas, los esfuerzos, los momentos de desánimo y cómo a veces sacan fuerzas de donde parece no haberlas.

Os recomiendo que le echéis un vistazo a este Blog, porque además de ser un libro de vivencias contiene muchos datos de interés para los ‘caminantes’, escrito por y para peregrinos.

La dirección es www.pedaleandos.blogspot.com

Camino, Víctor, adelante, os queremos mucho.
¡VA POR VOSOTROS!

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Felicidades, Dama Negra

No podía dejarlo pasar. Una escritora en ciernes como yo, que además escribe novela de misterio, como yo, no podía olvidar el 120 aniversario del Nacimiento de Agatha Christie…

Vale, lo admito… me habéis pillado… si no fuera por San Google, probablemente no me habría enterado…pero ya que estamos….
Ahora está muy de moda la novela negra. Como decía hace un par de semanas, gracias a Larsson hemos descubierto otros escritores excelentes… algunos de solera como Mankell, otros más noveles, y, a pesar de que nos hayan saturado el mercado, hay que reconocer que son grandes del género (me encantan las novelas del detective Kurt Wallander).

Las grandes obras de misterio te mantienen en vilo desde la primera página hasta la última. La maestría necesaria para conseguir algo así me admira. Construir una obra a base de retales dispares y que al final, cuando te alejas, cuando pones distancia, darte cuenta de que lo que tienes delante es en realidad una magnífica colcha de ‘patchwork‘ con cada una de las piezas ocupando el lugar que le corresponde en el conjunto no es, ni mucho menos, una tarea sencilla.

Hay críticos que desprestigian la novela negra, relegándola al puesto de un subgénero, un poco, pero sólo un poco, por encima de la novela rosa (otro día haré mi alegato a favor de las novelas de amor, tal vez en el aniversario de Danielle Steel, el próximo 14 de Agosto...;-)

Ahora es como si sólo las novelas ‘sesudas’ de contenido psicológico-filosófico-existencial merecieran el alto reconocimiento de los expertos, pero me gustaría romper una lanza a favor de estos otros modos de escribir novela. No hay que olvidar que la buena literatura no está sólo en el QUÉ, también y casi más importante es el CÓMO.

martes, 7 de septiembre de 2010

La semana que viene será mejor, seguro.

¡Jo! Qué difícil me resulta algunas veces ponerme a escribir. Mientras que hay días que parece que las palabras me salen solas, otros es como si tuviera que rascarme el estómago por dentro para poder vomitar cuatro o cinco frases con las que luego, la mayoría de las veces no me siento nada satisfecha…
Estoy ahí, dale que te dale a la novela en la que estoy trabajando, y aunque tengo claro lo que quiero contar no soy capaz de encontrar la palabra justa… a este paso voy a acabar comiéndome hasta las uñas de porcelana (¡y mira que están duras!) Quiero avanzar porque se me agolpan las ideas en la cabeza (otra vez) pero cuando me siento delante de lo último que escribí hace unos días ¡Puff! se evapora el espíritu emprendedor. Después de una hora de escribe-borra y 2.754 'Buffs' y 34.987 'puajs' y unos pocos más ‘abandono ya’ acabo levantándome de la silla sin nada nuevo… espero que sea una racha…
Pues lo mismo me pasa con estos post… (ya se nota ¿no?)
Mientras, me entretengo con la apasionante aventura de la vuelta al Cole de mis enanos… igual es que pienso que si miro mucho el forro del libro de Cono me va a venir la inspiración de pronto…
Bueno, mis disculpas, queridos lectores (jejejeje) espero estar un poco más lúcida la semana que viene.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Relato para un día gris

La nieve caía despacio, los copos que flotaban en el aire, parecían grandes bolas de algodón. El contraste con el cielo oscuro hacía el paisaje aún más bello.

Eran las dos de la mañana y Sarah no podía dormir, estaba acurrucada en el butacón, envuelta en una gruesa manta de lana, frente a la tele, sumergida en sus propios pensamientos. Vivía sola, estaba sola, le gustaba tener la radio o la televisión encendida a todas horas sólo para oír las voces y sentirse acompañada, porque odiaba la soledad. Durante el día compartía su trabajo con muchas personas, reía, hablaba… pero al volver a casa, al abrir la puerta, sentía un viento helado que hacía que todo se volviera gris… en casa siempre tenía frío.

Mario era el compañero de Sarah, hacía ya cinco años que vivían juntos, pero desde hacía al menos dos Sarah había dejado de sentirle a su lado. Vivían en la misma casa, dormían en la misma cama, se sentaban juntos a cenar en la misma mesa, pero Sarah vivía sola… ella veía lo que se suponía que era su hogar como un desierto de arena helada, seca.

Por las noches, en la cama, Sarah miraba a Mario mientras dormía esperando que él se diera la vuelta y la viera allí despierta a su lado y la sonrisa de él consiguiera teñir de naranja y amarillo el aire entre ellos…sentir el calor, pero eso no pasaba nunca.

Mario estaba de viaje esa noche, en realidad, hacía seis días que estaba fuera y ella no era capaz de meterse en la cama sin él. Así que se hacía un ovillo en su sillón, rodeada por su manta de lana huyendo del frío y tratando de que las horas pasasen deprisa… empezaba a quedarse dormida.

Alguien llamó a la puerta, con los nudillos, Sarah se sobresaltó, vivía en una casa apartada de una urbanización muy tranquila y rodeada de una amplia parcela sembrada de pinos. No podía imaginar quién sería a esas horas. Se asustó, se encogió, hasta que alguien se asomó a la ventana. Era un hombre joven, moreno, delgado y con un chaquetón grueso y una bufanda que le cubría sólo un poco la parte inferior de la barbilla. Sarah se levantó y fue a abrir la puerta, no desconfiaba de él, no dudó en dejarle pasar.

Él le explicó que no podía dormir y que había salido a pasear bajo la nieve, que la conocía, que se había fijado en ella muchas veces cuando se cruzaban por las noches en el camino de entrada a la zona donde vivía. Esa noche había visto luz en la casa y se había decidido a visitarla. Sarah sonrió, ella también le había visto varias veces, de hecho había deseado acercarse a él, pero nunca se había decido.

Le hizo pasar, se sentaron en el suelo del salón sobre la manta de lana y hablaron durante mucho tiempo, bebieron vino y Sarah notaba como el calor empezaba a tomar su cuerpo. El color rojo inundaba su casa, le miró a los ojos, le tomó la mano y le hizo subir con ella las escaleras hasta el dormitorio, juntos se tumbaron en la cama y Sarah le hizo el amor hasta que, desnuda, se durmió a su lado sabiendo que ya nunca más sentiría la soledad.

El lunes volvió Mario, encontró a Sarah en la cama, su cuerpo desnudo, su piel blanca contrastaba con la sangre espesa sobre la que reposaba, en las muñecas varios cortes y en la mesilla colocado junto a una copa de vino, un blister vacío de Valium.