sábado, 9 de enero de 2010

Capítulo II

Eran las diez de la mañana y a Jeane ya le parecía que llevaba todo el día frente al ordenador. Últimamente los días en la oficina se le hacían eternos. Normalmente no le daba demasiado tiempo a darle vueltas a la cabeza, la actividad frenética del departamento la mantenía tan ocupada que no podía pensar en otra cosa que no fuera ir sacando trabajo adelante. Pero las últimas semanas esa actividad había descendido considerablemente y a eso había que añadirle que algunas de sus principales atribuciones habían sido derivadas a otra secretaria nueva contratada un par de meses atrás para aligerar su carga.

Su puesto estaba en el departamento de ventas de un Laboratorio Farmacéutico. El trabajo era bueno y ella se llevaba bien con el resto de sus compañeros. Hacía algo más de un año, su departamento sufrió una fuerte remodelación y ella vio como su jefe directo se marchaba de la compañía y en su lugar nombraban a uno de los jefes de ventas con más experiencia en la empresa para sustituirle.
El nuevo director, Pedro, era un hombre bastante joven en comparación con su predecesor, tenía sólo cuarenta y dos años. Tenía buena planta, grande y alto. Pedro ofrecía una imagen de hombre dicharachero y cercano a sus colaboradores. Pero tenía un carácter difícil, especialmente cuando trataba con Jeane.
Muchos días deseaba estar enferma para no tener que ir a trabajar, incluso estuvo a punto de solicitar una baja por depresión, pero no se atrevió. Tenía miedo de acabar perdiendo su puesto y tal y como estaba el patio no era lo que le convenía en este momento.

Había hecho un par de entrevistas en otras empresas, pero dado que su formación estaba incompleta y aún era joven le costaba encontrar otro trabajo de la misma categoría. Tenía un puesto de cierta responsabilidad y bien remunerado gracias a su anterior jefe, quien había visto en ella una chavala despierta y con gran capacidad de aprendizaje y esfuerzo. Esto le había servido para que él delegara cada vez más tareas en ella y así ganarse una posición respetada dentro de la organización. Los cambios que llevaron a la salida de su jefe de la compañía no le habían beneficiado en absoluto. Si al menos Pedro fuera la mitad de bueno que había sido Rafael...
Rafael siempre la había tratado con absoluta corrección. Al principio, Jeane pensaba que él era un hombre frío y orgulloso que no la soportaba. Su trato formal, casi distante, fundamentaba esa sensación. Poco a poco fue dándose cuenta de que él la apreciaba, valoraba su trabajo, y que hacía todo lo posible por formarla y darle un estatus superior al resto de las secretarias del laboratorio.
Añoraba los días en que Rafael era su jefe. Ahora, con Pedro, esos días habían terminado.

Esa mañana estaba trabajando con un texto, una traducción de cinco páginas de explicaciones y excusas que Pedro había escrito para enviar a su superior justificando, de nuevo, sus pobres resultados.
No podía evitar mirar el reloj de su portátil, donde los minutos parecían durar años. Mantener la atención era casi una misión imposible. A su lado oía reír a su nueva compañera, sola frente a su PC, no podía imaginar qué parte del trabajo era la que tanto le divertía. Por otro lado, ¡ese perfume! Era insoportable, tan intenso, áspero a la vez que extremadamente dulzón… Jeane sentía cómo el ambiente se cerraba sobre ella. Le gustaría haber podido abrir aquellos ventanales para dejar correr el aire fresco y que éste se llevara aquél pestazo, junto con sus temores, desilusiones y perezas. Pero esos cristales de seguridad del edificio no se moverían un milímetro y ella seguiría allí, atrapada en ese ambiente cargado y opresivo.
Cerró un momento los ojos para tomar fuerzas, pero enseguida una voz familiar la sacó de su trance.

-¡Jeane! – voceó Pedro desde el despacho, Jeane odiaba que le llamase de esa forma – ¡Jeane!, ven a mi despacho ahora.

Ella se sentaba a escasos dos metros del despacho de su jefe, junto a la puerta del mismo, sinceramente, aquellos gritos no eran necesarios. Se levantó cansina, cogió su bloc de notas y fue a echar mano a su portaminas. ¡Maldita sea!, Pedro había vuelto a hacer una de sus incursiones en su bote de lápices y se había llevado todo lo que había querido, entre otras cosas, su portaminas preferido… ese hombre no sentía ningún respeto por sus cosas. Resoplando, entró en el despacho de Pedro, se acercó lentamente a la silla de confidente que había frente a la mesa de su jefe e hizo ademán de sentarse.

-¿Te he dicho que te sientes? – dijo Pedro, con brusquedad
Jeane se quedó petrificada
-Es broma – sonrió burlón - siéntate por favor
-¿Qué necesitas? –preguntó la chica con el tono más amable que era capaz de convocar en aquel momento
-El informe que te pedí, necesito tener cuanto antes los costes del evento… y nada de cosas raras ni de juegos de equipo… la gente lo que quiere es alcohol y diversión, así que olvídate de gymkhanas de motivación y todo ese rollo…
-Sí, ya está acabado, creo que todo estará a tu gusto… - Jeane no pudo evitar cierto retintín en sus palabras, acompañadas de una sonrisita de falsa complacencia
-Bien, quiero repasarlo antes de hacer pública la agenda de reuniones
-La tendrás esta tarde
-Así me gusta, eficiente como tú sola.

Jeane asintió, se levantó despacio y salió educadamente del despacho. Odiaba el personal sentido del humor de su jefe, la forma en la que “bromeaba” con ella… se sentía humillada…

Un poco desanimada se sentó en su cómoda silla ergonómica, bufando de nuevo por lo bajo, se dejó deslizar hasta el borde del asiento y se sujetó las sienes con los dedos índice y pulgar. Ella sabía que todas las convenciones que había organizado hasta ahora habían sido un éxito. Rafael siempre le felicitaba por el excelente trabajo realizado y la motivación después de éstas siempre estaba por las nubes. Estaba claro que corrían nuevos tiempos…

Estaba revisando su buzón de entrada de correo electrónico cuando apareció un mail de su jefe. ¿Pero que demonios quería ahora? Lo abrió con desgana y vio que, de nuevo le pedía una traducción insulsa, un artículo de un colega escrito para una revista de economía, del que pedía su opinión… ¿aprendería Pedro nociones básicas de inglés algún día? El correo llevaba un archivo adjunto, un documento de Word, titulado “Documento 1”, Hay que ver qué original es este hombre… pero al abrirlo en lugar del esperado artículo vio algo distinto. Era un estudio de dos fábricas, un estudio de costes de producción, había una comparativa... Necesitaba más tiempo para entender de qué iba todo eso. No tenía ni la más remota idea de que ese estudio se había llevado a cabo. ¿Quién lo había redactado?, Miró por el rabillo del ojo a su nueva compañera… La Bombón, seguro…

Aquella chica, Meli, la del apestoso perfume, la risa estridente y las falditas más cortas de la historia del laboratorio, entró enchufada de la mano de Pedro. Era monísima… y con pocas luces. Eso sí, esgrimía un título precioso de estudios de filología inglesa y otro de secretariado. Por no hablar de que parecía sentir una devoción sin límites por su jefe… Siempre, atenta, siempre dispuesta a subirle un café a su despacho… ¿y a otras cosas?

Estaba confusa, ella no entendía el secretismo con el que se manejaba su jefe últimamente. No parecía contar con ella en absoluto, había confiado en Meli en su lugar para redactar el estudio, ¡Pero si era medio boba!, Jeane le daba cien vueltas haciendo ese tipo de trabajos.

Sintió rabia, intensos celos profesionales y unas increíbles ganas de levantase y darle un puntapié a La Bombón que la hiciera salir volando por la ventana. ¡Mierda!, es cierto, las ventanas no se abren…

Pedro había prescindido de ella una vez más y estaba claro que tenía esa información por error. Estuvo a punto de levantarse a hablar con su jefe, pero se detuvo y decidió no hacer ningún comentario al respecto.
Sabía que era inútil hacer preguntas. Pedro siempre la mantenía al margen de cualquier decisión de negocio, nunca le consultaba sobre su opinión como hacía Rafael… Bueno, al fin y al cabo ella era una simple asistente, no tenía que pensar, sólo hacer lo que se le pidiera.

Jeane no estaba muy segura de si la consideraba tonta o muy al contrario, demasiado lista y un peligro para él.

Hacía tiempo que Jeane sabía que los resultados de la división no estaban siendo muy buenos y también había percibido, que, lejos de tratarse de una situación coyuntural por las circunstancias del mercado, se debía más a la pésima gestión que su jefe llevaba a cabo.

Jeane no tenía formación universitaria, pero le habían “salido los dientes” en la empresa y de la mano del mejor mentor que se pudiera tener. Más allá de su fachada de chica sin estudios de barrio, y lejos de estar donde estaba por tener un buen cuerpo y una cara linda, Jeane era una chica muy inteligente, casi brillante, y había sabido sacarle jugo a cada paso que había dado junto a Rafael. Su conocimiento del negocio estaba al nivel de cualquier Jefe de Ventas. Era la perfecta “mano derecha” para aquel jefe que quisiera verlo. No era el caso.

Sentía curiosidad. No se resistió a leer el documento. A primera vista, no había mucho que extraer: dos fábricas, diferencia sustancial de costes de producción, pero una estaba homologada por la compañía y otra no… Tal vez se planteaba iniciar el costoso y largo proceso de homologación, tendría su sentido, pero no parecía que aquel fuera el momento más idóneo para ello.
Sin dejar de leer, marcó el número de su jefe.

-Pedro
-¿Sí, Jeane?
-No puedo abrir la traducción que acabas de enviarme, ¿te importa reenviarla?
-No, claro que no
-Gracias

Jeane colgó sin apartar la vista de su pantalla.

No habían pasado ni dos minutos cuando Víctor, uno de los Jefes de ventas, la saludaba con voz pastosa, y desaparecía dentro del despacho de Pedro. Meli le siguió.
Víctor era un comercial joven y ambicioso, tras el ascenso de su jefe, él había ocupado su lugar. Últimamente se pasaba el día al lado de Pedro, era literalmente su sombra, se encerraban juntos en el despacho del jefe y pasaban horas reunidos. De vez en cuando se oía alguna que otra carcajada desde el otro lado de la puerta. Otras veces ambos parecían realmente nerviosos y preocupados… Pero Jeane estaba al margen de todo eso. Ella apenas tenía relación con Víctor, era Meli la que llevaba sus cosas, así que no tenía ni la menor idea de qué era lo que se estaba cociendo.
Aquel tipo le producía cierto repelús, así que cuando empezó a oír las carcajadas de los jefes y la risita tonta de Meli siguiéndoles el juego no lo resistió más. Se levantó de su sitio y se dirigió a la máquina de bebidas de la planta baja. Le vendría bien un chocolate caliente cargado de azúcar.

Rober estaba en la cafetería. Era uno de los chicos del departamento de informática con el que Jeane tenía mucha complicidad. A decir verdad, Rober bebía los vientos por ella, a pesar de que ella siempre marcaba las distancias sin dar lugar a dudas o malos entendidos, intencionados o no. Pero se llevaban bien y Rober era una de las pocas personas que se habían ganado la confianza de Jeane.

-¿Cómo vas, guapetona?
-¡Mira Rober, que no estoy de humor!
-Pero ¿Qué te pasa chiquilla? Que traes un careto…
-Nada, todo… Pedro como siempre…
-¡Bah! ¡Pasa de él!
-Ya, suelo hacerlo, pero a veces no es tan fácil… -hizo un gesto apesadumbrado. Es por cómo me trata… me hace sentir tan insignificante, tan… ¡Tonta!
-Anda ya… si tú eres una lumbreritas…
-Venga, Rober, hoy no es el día del cumplido, ahórratelo. Es que parece que hay un asunto importante y no me deja participar.
-¡Quiero detalles!
-Nada, creo que tengo un ataque de celos…
-¿perdona?
-¡No! No de ese tipo, idiota!
-Ya – se rió Rober - Pero… ¿te preocupa que te excluya?
-Mira, Rober, hoy me ha enviado un archivo por error, es un informe, un estudio de costes. El caso es que no he sido yo quien lo ha hecho, cuando ese tipo de cosas siempre me las han encargado a mí…
-Suena a que estás celosa… sí….
-Ay… - suspiró - En realidad no es exactamente eso… bueno, lo es en un 70%
-Suena a que más bien lo es en un 85% - interrumpió el chico
-Vale, escucha, es un informe que… el caso es que me da en la nariz que se está cociendo algo… Desde hace un par de semanas se ha aproximado mucho a Víctor, y no creo que éste se haya convertido en su consejero precisamente gracias a su mente preclara… Me excluye de ciertos temas mientras que sigo manejando toda su información confidencial de otras materias. Toda la información que manejo es muy sensible: despidos, ascensos, salarios, incentivos, volúmenes de ventas… ¿qué tiene esto de especial?, ¿me entiendes?
-Pues no, no entiendo nada de lo que me dices…
-Tienes razón, creo que sería mejor si simplemente dejo de meter las narices en lo que no me importa…
-¿Tengo razón? ¡Pero si no me has dejado decir nada!

En realidad parecía que Jeane estaba perdida en sus pensamientos, y que realmente era con ella misma con quien dialogaba, y no con Rober, que cada vez la miraba más extrañado.

-El caso es que no, aparentemente es un tema de lo más normal pero que requiere cierto grado de experiencia ¿por qué se lo ha encargado a ella?
-Ven, cielo, siéntate, tómate tu chocolate y deja descansar esa cabecita un rato…
-¡Rober! – protestó – Mira, desde hace algún tiempo tengo la sensación de que algo no va bien… Parte de lo que he leído en ese informe, la actitud de mi jefe… Tú que eres más “friki” que yo lo llamarías “una perturbación en la Fuerza”
-Cielo, el tema de la llegada de esa chica te está alterando mucho… vas a necesitar un descanso
-Sí… posiblemente…
-Jeane volvió a su sitio, trató de concentrarse en su trabajo mientras olvidaba sus celos. Le sentaba tan mal que no hubieran contado con ella… Esperaba mucho más de su relación con Pedro, confianza, que se apoyara en ella como había hecho su jefe anterior. No había mucho que pudiera hacer, salvo seguir trabajando de la mejor forma posible.

Apenas llevaba quince minutos con la traducción cuando Pedro se acercó a la mesa de Jeane y le pidió que le acompañase al despacho. Ella estaba nerviosa pero trataba de disimular su estado. Pedro le pidió amablemente que se sentara.

-Jeane, el correo que te he enviado hace un rato…
-Sí, Pedro ya estoy con ello… me llevará todavía un par de horas más…
-Eh... Ah no… Me dijiste que no habías recibido correctamente el archivo
-El primero no pude abrirlo, pero el segundo lo vi sin problemas…
Estaba claro que él se refería al informe que ella nunca debía haber recibido.
-Sí, Pedro, estaba corrupto y no lo pude abrir, pero la segunda vez que lo enviaste lo abrí sin problemas…
-Ah… esto… no entiendo muy bien como va… Si está corrupto simplemente no puedes ver su contenido ¿no?, ¿y por qué puede ocurrir eso?
-Pedro, tampoco yo entiendo mucho de esas cosas, simplemente me apareció un mensaje de error y no pude abrir el documento
-Sí… Bien…

Pedro titubeaba, estaba claro que pretendía saber si ella habría podido acceder al contenido del documento, pero tampoco quería mostrar abiertamente su interés.

-Pedro ¿ocurre algo?
-Eh… no, no, no te preocupes, sólo estaba intrigado por si eso mismo podría ocurrir más veces, por si había algún problema con mi correo… creo que un documento que le mandé a Víctor también le llegó mal y… bueno eso es todo.

Pedro dio por terminada la conversación. Jeane temblaba ligeramente, le sudaban las palmas de las manos y trataba de controlar su respiración. Pedro se había dado cuenta de que le había enviado algo que ella no debería ver y estaba tanteando el terreno. Esperaba que no hubiera descubierto su mentirijilla… ¿por qué sería tan importante ese documento?... Bah… seguro que no era nada, lo más probable es que Pedro no tuviera el más mínimo interés en que ella descubriera que le estaba dando parte de su trabajo a Meli… ¿estaría pensando en deshacerse de ella? Los engranajes de su cabeza no dejaban de girar, pero pronto se convenció de que Meli aún no estaba preparada para hacer todo su trabajo, y que si estaban pensando en echarla no iba a ser una decisión inmediata, no podía serlo. Trató de calmarse un poco, al fin y al cabo sólo era un informe más.