martes, 26 de octubre de 2010

Más sobre la felicidad...

Al hilo del relato que escribía el otro día, y un poco en contestación al comentario de Nacho, os dejo un artículo de la sección de salud del diario El Mundo que se publicó el pasado día 20 bajo el título “¿felices desde la cuna?”
Ahí queda eso, es un buen camino de reflexión…

“¿Es usted feliz? Quizás lo lleve en los genes. Los seres humanos, a lo largo de la Historia, han indagado en las claves de la felicidad. Sin embargo, hace muy poco que esta búsqueda ha dado el salto al mundo científico, en un intento por encontrar herramientas para detectar, cuantificar y analizar la felicidad y su repercusión en el mundo que nos rodea.
Eso sí, de momento "no hay un termómetro para la felicidad", explica Sonja Lyubomirsky, doctora en Psicología y profesora de la Universidad de California. A algunos, la propia naturaleza les ayuda. "Las circunstancias que rodean la vida de cada uno no influyen tanto en la felicidad personal como los genes -hay gente que nace más feliz que otros- o cómo uno se toma las circunstancias que le rodean".
El gran reto para la sociedad
Es decir, que aunque uno no cuente con la mejor herencia genética del mundo en términos de felicidad, no está todo perdido. De hecho, como apunta el divulgador científico y escritor Eduardo Punset, el gran reto que nos queda por delante como sociedad es poner la 'semilla' de la felicidad en las personas. "Hemos descubierto nuestra capacidad para incidir en el cerebro de los demás y, por experimentos concretos, hemos descubierto que hay una ventana crítica entre los tres y los ocho años para hacerlo; así que si queremos adultos altruistas, solidarios, menores niveles de violencia en la sociedad, hay que volcarse en el aprendizaje social y emocional de los niños en estas edades".
Pero el trabajo no queda ahí. Lyubomirsky, una de las principales expertas en el tema y participante junto a Punset en el I Congreso de la Felicidad patrocinado por Coca-Cola que estos días se celebra en Madrid, afirma que su investigación demuestra que se puede aprender a ser feliz, pero es un trabajo duro. "Es como perder peso o mantenerse en forma. Si tu 'punto de ajuste de la felicidad' es bajo hay que esforzarse, cambiar los hábitos y practicar toda la vida".
Por lo pronto, asumir que no se es feliz -o al menos no tanto como quisiera- es un buen punto de partida. "Es el primer punto de inflexión para cambiar", afirma Gustavo Zerbino, un luchador nato. Él, junto con otros 15 compañeros, logró sobrevivir durante más de 70 días en la cordillera de los Andes tras un accidente aéreo en 1972.
No hay imposibles
"Yo les ofrezco a la gente la esperanza, la ilusión y la posibilidad de creer que hay una manera distinta de hacer las cosas. Si quieres tener resultados distintos hay que hacer las cosas distintas", explica con determinación. "No hay imposibles". Aquella experiencia, que muchos consideraron un milagro, le enseñó una lección esencial ante los problemas: "Lo primero es preguntarme qué quiero, y luego, el cómo llegar a ello". La clave, insiste Zerbino, está en pasar a la acción, en vez de "paralizarse en el análisis y ser uno más que padece la vida en vez de disfrutarla".
Ni siquiera la tan manida crisis le arredra: "Cuántos países tuvieron crisis reales, no como esta. Ustedes están nadando en la abundancia. No nos quejemos más, tomemos acción".
Si tampoco eso les consuela, está probado, cuenta Punset, que el dinero -una vez que se supera un nivel de subsistencia mínimo, claro está- es uno de los factores menos relevantes de la felicidad. ¿Qué es lo que de verdad importa? "La relación personal, tener el sentimiento de que controlas algo de tu vida, la sensación de que te estas sumergiendo en un proyecto que te interesa, todo ello son factores que tienen una correlación directa con la felicidad".
Disfrutar del camino
Punset recomienda no tener miedo, disfrutar de las cosas simples y exprimir el camino: "Tenemos que aprender a aprovechar las cosas que encontramos en el camino cuando buscamos un determinado objetivo. La gente se obceca con el objetivo y, cuando este llega -el gran amor consumado, el coche...- al poco tiempo se ha pasado todo".
Ahora bien, no siempre es fácil lograr el equilibrio deseado. El propio Zerbino, sobrecargado de compromisos, admite que él mismo tendrá que ponerse firme para redistribuir 'felizmente' su tiempo: "Voy a dejar de ir afuera para centrarme más en mi casa. La verdadera calidad empieza por casa y la tengo que practicar conmigo y con los seres queridos. Me he hecho esclavo del exterior y voy a tener que corregir algunas cosas que me están distorsionando el equilibrio para ser feliz".
Ya ven, hasta a los expertos les cuesta a veces ser plenamente felices; la diferencia es, quizás, que ellos se empeñan en lograrlo. Todo es cuestión de asumirlo y ponerse manos a la obra.”

miércoles, 13 de octubre de 2010

Erase una vez una sonrisa

Érase una vez una niña triste, una niña que no sabía sonreír desde el corazón. Porque sí sonreía con los labios, con la cara y a veces hasta con los ojos, pero nunca había sentido la felicidad en lo más profundo de su ser.

La niña que no tenía amigos, que no sabía adaptarse a las nuevas situaciones y que nunca se divertía, creció y se convirtió en una mujer triste.

Durante todo ese tiempo buscó la felicidad pero sólo encontraba las ganas de llorar. Eso le producía una inquietante desazón, estaba segura de que cometía algún error, de que no estaba haciendo bien las cosas y no dejaba de culparse por ello. Y las ganas de llorar fueron en aumento. Fue al médico y le dijo que tenía depresión, le recetó muchas pastillas que le ayudarían a abrir los ojos y a ver mejor el camino hacia lo que tanto ansiaba, pero después de mucho tiempo seguía sin sonreír.

Un día, la niña, la mujer, por fin entendió lo que le sucedía. Se dio cuenta de que nunca encontraría la felicidad porque, aunque la tuviera delante no sabría reconocerla. Ella no la había perdido, simplemente nunca había llegado a conocerla. De pronto, se sintió tranquila, la desazón desapareció y la calma oscura ocupó todo su espacio. Entonces, sólo entonces, halló la respuesta.

La felicidad no es un momento alegre, ni siquiera la suma de ellos, es algo con lo que se nace y hace que incluso en las circunstancias más adversas uno sea capaz de seguir adelante para vivir un día feliz más.